“Heterosexualandia”
Por: Iván Ramírez
Una vez escuche a un señor decir “a mí me vale si es gay o no, si me quiere fregar o me falta al respeto ¡le parto su madre!”. Vaya forma coloquial, drástica, simple y sin discriminación para explicar eso de “tu derecho termina donde empieza el mío”.
Si alguien piensa que la homosexualidad o la heterosexualidad es una enfermedad, un desorden antinatura o algo normal que viene desde la concepción, están en su libertad de creerlo y expresarlo mientras no transgredan derechos de otros; están en su derecho aunque sea visto como ignorancia para algunos o la verdad absoluta para otros. Uno de los objetivos de las normas jurídicas es lograr una vida en sociedad, sea cual sea la creencia, género, raza, nacionalidad o identidad sexual de los individuos. A pesar de esto el reconocimiento civil a la unión entre personas del mismo sexo sigue siendo controversial.
Un debate al cual los diputados deberán entrarle teniendo en cuenta eso de “al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. Bueno, al menos que quieran mezclar la teología con el proceso legislativo les sugeriríamos mejor incursionar en el derecho canónico, nomás que éste se construye en otro órgano y en un ámbito diferente.
Durango se considera todavía un estado conservador pero con secretos ocultos en el ropero. Un lugar con un “oxxo” en cada esquina al igual que templos de diversas religiones buscando salvar almas y/o cachar diezmos; una ciudad rodeada por hoteles de paso, una economía representada en casas de empeño y la costumbre de repartir culpas o vivir de esperanzas en cada proceso electoral.
Somos una entidad en la que un sector de la sociedad con credencial de elector ha manifestado su rechazo al reconocimiento civil de la unión entre personas del mismo sexo –opinión que debemos respetar- y menciono lo de la credencial de elector porque algunos legisladores le temen al posible costo político o social de respaldar estas uniones; tal vez ya se vieron siendo la botana crónica de sus amigos o siendo señalados en esa misa dominical donde van con la familia y se enrojecen el pecho de tanto golpe y hacen fila para recibir una hostia que se deshará con saliva-vino, limpiando así lo ocurrido en Cancún, Mazatlán o en esa última visita al hotel al que no suelen llevar a la esposa.
Ni “heterosexualandia” ni “homosexualandia” existen; tampoco hay el país de los ateos o donde todos creen en Dios; no existe una nación en la que sólo hay políticos o ciudadanos honestos y puros; no hay una tierra exclusiva para los abortistas o para los antiabortistas, así que aquí estamos todos en el mismo territorio, cada quien con sus creencias, argumentos y derechos, nadie se va y todos moriremos algún día. Por eso el respeto y tolerancia a la pluralidad y diversidad es fundamental para vivir como sociedad civilizada.
Cantar, jugar futbol, estudiar, viajar, vivir soltero(a), casarte, tener una familia, hijos propios o adoptivos, un carro, una mascota o un celular de última generación, cada quien sabrá si necesita de todo esto, de nada o de una sola cosa para ser feliz. Buscar esta felicidad es nuestro derecho y el estado mexicano debe generar las condiciones para ello, Leyes para garantizar que en esa búsqueda tu derecho no invada el de los demás y viceversa.
¿Ya comieron, bebieron y cobraron?… pues a trabajar señores legisladores.