Por: Quetzal Herrera

Como se había previsto por diversos grupos, el pasado 2 de octubre se conmemoró el 51 aniversario de la matanza de jóvenes estudiantes en Tlatelolco, en el entonces Distrito Federal; y fue ésta la tercera manifestación en los últimos 15 días, en la que quienes han caminado por las principales calles de la capital causan destrozos y pintas a todo lo que a su paso encontraban, sobre todo los contingentes denominados “anarquistas”, que son más identificados por ser los más violentos en este tipo de actos, va contra todo y todos. Y para este caso el Gobierno capitalino, con el respaldo del Gobierno federal, implementó una acción, por decirlo de una manera agradable, poco planeada, pero en realidad fue una vil ocurrencia que puso en riesgo a muchos ciudadanos que de una u otra manera aceptaron participar en estos “cinturones de paz” que se crearon y que estuvieron identificados con unas playeras de color blanco.

De entrada la responsabilidad debe recaer en los Gobiernos, pues en varios videos que se difundieron vía redes sociales quedó de manifiesto que quienes asistieron, en su gran mayoría, fueron funcionarios del Gobierno de le Ciudad de México, que obligados tuvieron que estar formando una interminable fila a lo largo del recorrido, y de manera imprudente la tarea era “invitar” a estos grupos a no ocasionar desmanes. Según un testigo que participó, de manera obligada, los grupos radicales generaron tal conflicto que ya no sólo destruían todo a su paso, sino que ya estaba dada la instrucción de que agredieran directamente a todos los de “camisas blancas”, unos verdaderos reventadores sociales tratando de ser contenidos por funcionarios públicos sin ningún tipo de preparación o elementos de protección que les permitiera siquiera resistir algún tipo de agresión menor; estaban literalmente a su suerte, al grado que su mejor escudo para no ser agredidos fue quitarse esa palayera que los identificaba, y de esta manera lograr confundirse entre los contingentes, ello sin duda evitó resultados lamentables para quienes ahí estuvieron.

Algo que debe quedar claro, y que quizá no se ha entendido, es que los ciudadanos tenemos claras nuestras obligaciones y debemos ser corresponsables en ciertas acciones con nuestros Gobiernos, pero en verdad obligar, o por fanatismo estar al frente de organizaciones sociales que buscan la desestabilización no es bueno, y lo peor también del asunto es que a pesar de todo, no se registraron detenidos, bajo el argumento que las corporaciones policiacas no iban ni a reprimir, ni a caer en provocaciones; claro en los cuerpos de seguridad quizá resulte más sencillo, pues tienen la capacitación para enfrentar casos como los ocurridos el pasado miércoles, pero, ¿y los ciudadanos o funcionarios que estuvieron?, ¿a ellos quién les garantiza que su integridad está a salvo? Aunado a ello la propia jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, consideró la estrategia como todo un éxito, desde luego cada quien interpreta las acciones a su conveniencia, en lo personal me bastó ver un par de videos de los hechos para comprobar que algo muy grave pudo pasar; ojalá esto no se repita, pues tendrán un año para planear la siguiente estrategia.

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