Por: Quetzal Herrera

Quizá uno de los retos a los que nos estamos enfrentando y que en un futuro será un rubro al que habremos de darle la importancia debida, es la atención a la salud mental en nuestro país, pues de manera natural, esta área de la medicina ha estado cobrando relevancia ante los distintos comportamientos que hemos mostrado los seres humanos, derivado, entre otras conductas, por el estrés, depresión, ansiedad, y ahora se le suma el hecho del confinamiento por la pandemia del Coronavirus, que poco a poco ha ido provocando un deterioro en la personalidad de cada individuo, pues sin ser especialista en la materia, la naturaleza de los hechos impactan también a nuestro entorno.

La dinámica de millones de familias ha cambiado de manera gradual a lo largo de esta situación de emergencia en la que nos encontramos, pues quizá como núcleo de la sociedad estábamos acostumbrados a una rutina diaria que se ha visto modificada por el hecho de no salir de casa, y un ejemplo lamentable que sacudió a los duranguenses fue el caso de la menor de nueve años que la semana pasada decidió atentar contra su existencia por el hecho de que sus padres le negaron el permiso para salir a jugar con sus amigas, una decisión que conmueve y prende las alertas del comportamiento social desde dentro del seno familiar y replicado hacia la sociedad en general; aquí se trataba de cuidar su integridad evitando que saliera, y lamentablemente las consecuencias fueron otras.

Hay quienes aún se resisten en pensar que la salud mental debe ser una política pública a la que hay que inyectarle recursos para trabajar las conductas sociales, y ojalá esta pandemia genere ese despertar en nuestras autoridades, y también del lado de las familias nos decidamos a participar con especialistas en la materia que podrían asesorarnos ante la nueva dinámica en la que nos encontramos, pues la convivencia de tanto tiempo, claro que provoca muchas actitudes como una forma de liberar la tensión que cada quien contiene en su interior, pues en un principio se había pronosticado que del mes de abril no pasaría el tema de la pandemia, y pasados los días se ha ido incrementando la proyección ahora hasta finales del mes de mayo, pues quizá no estábamos preparados para que esto se extendiera.

Lo que me queda claro es que tras la pandemia nada volverá a ser igual, ni en lo político, social, de salud y en lo económico mucho menos, lo que sin duda traerá sus consecuencias que serán canalizadas a través de esas conductas de las que hablamos, incluso las relaciones familiares tendrán dos extremos muy radicales, o se fortalecen los lazos como consecuencia de tanta convivencia o habrá muchos casos de desintegración familiar, pues la tolerancia desde los padres hasta los hijos van teniendo límites y al agotarse ésta, vienen los comportamientos atípicos y los resultados que mencionamos. El hecho de que inquieta el encierro es una realidad, lo único que cambia en nosotros es la manera en cómo asumimos las cosas, en la actitud que le vamos a poner a la adversidad, ahí está la diferencia entre ambos polos.

No echemos en saco roto lo que gobiernos estatal y municipal a través de sus áreas de salud mental y del Instituto de la Familia, en el caso del municipio, ha ofrecido terapias emocionales para todos los integrantes de la familia, el tener acercamientos con expertos ayudará a que asumamos la adversidad desde otra perspectiva, incluso se hacen vía virtual para que tampoco se tenga la necesidad de salir de casa; sin duda una buena alternativa.

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