Por: Quetzal Herrera

Hay quienes pensamos que el sindicalismo en México ha dejado de defender las reales necesidades de la clase trabajadora desde hace muchos años, las prácticas en favor de los intereses personales o de grupos, han dejado ese mal sabor de boca en los mexicanos respecto a estos gremios y su propósito; y como muestra de ello está el exsenador priista Carlos Romero Deschamps, quien beneficiado quizá por los favores que ha hecho a la clase política, permaneció hasta el pasado miércoles como máximo líder del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), luego de 26 años y cinco sexenios de Presidentes de nuestro país, algo que quizá muchos veíamos distante, pues creo que cualquiera que prueba, tiene y disfruta del poder, difícilmente logra alejarse de él.

En este momento las circunstancias son muchas, y quizá parte de algunos acuerdos para su salida se deriven de las dos denuncias que diera a conocer el presidente López Obrador en su contra, mismas que ya están en los archivos de la Fiscalía General de la República, instancia que será la encargada de llevar este proceso. Mientras esto ocurre del lado gubernamental, dentro del gremio petrolero se queda al frente Manuel Limón Hernández, actual diputado del PRI y quien dentro del organigrama del sindicato ocupaba la cartera de secretario de actas y acuerdos.

Este sindicato se ha caracterizado por los múltiples señalamientos de “patrocinar campañas políticas” a costa seguramente de los trabajadores, y siempre han sido sus líderes producto de situaciones políticas que han marcado nuestra historia, como es el caso del anterior secretario general, Joaquín Hernández Galicia, mejor conocido como “la quina”, quien durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari fue encarcelado, a lo que se le llamó “el quiñazo”. Y es quizá el momento de que el sindicalismo en todos sus niveles genere nuevas formas de trabajar, deben innovar en cuanto al acercamiento con los propios trabajadores, quienes en su inmensa mayoría no se sienten representados por sus líderes, salvo pequeñas cúpulas que son los que más se benefician por el hecho de estar cerca de quienes encabezan.

El propósito principal de la creación de los sindicatos no es malo, por el contrario, a través de estos se han librado muchas batallas ante diversas injusticias que dejan desprotegidos a los trabajadores, y la fundación de muchos de ellos fueron el parteaguas para que no existieran abusos de poder en ningún ámbito, ni en lo particular ni en lo privado. Y es justamente por eso que quienes hoy en día encabezan cualquier tipo de sindicato, creo que deberán generar estrategias encaminadas a volver a esos orígenes, donde más allá de las circunstancias políticas, sean los propios trabajadores quienes se sientan escuchados, atendidos, y que nunca más sean víctimas de amenazas sobre todo en procesos electorales para apoyar proyectos en los que no coinciden; en pocas palabras, las nuevas técnicas sindicales deben hacer prevalecer el respeto no solo a la persona física, sino también a la dignidad, alejados de intereses como los que siempre demostró Romero Deschamps, recibiendo el pago por esos “favores políticos”, y descuidando los intereses de sus compañeros; y parece que eso, llegó a su fin.

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