Por Quetzal Herrera

Siempre ha sido una premisa de las autoridades de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), así como de la propia comunidad estudiantil y académica, el no mezclar los asuntos partidistas al interior de la máxima casa de estudios, pues derivado de la pluralidad ideológica que existe al interior, así como el respeto a sus aulas, hacen que esto sea verdaderamente imposible, por lo menos hacia el exterior ese es el mensaje que durante años han dejado de manifiesto; lo que sí pueden y saben hacer es política y precisamente a un año del proceso mediante el cual se renovó la Rectoría, encontramos diversas similitudes entre las estrategias que se generaron por un lado para llevar a la Presidencia de la República a Andrés Manuel López Obrador, y por el otro para quien hoy despacha desde el edificio Central de lo que fuera el Instituto Juárez, Rubén Solís Ríos, en ambos casos obtuvieron el triunfo sin saber a costa de qué, pues bien dice el dicho, “lo importante no es llegar, sino mantenerse”.

De entrada ambos procesos se llevaron a cabo durante el 2018, uno en julio y el otro en noviembre, en el caso de López Obrador con algunos intentos previos mediante la postulación por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), quien al ver que para el tercer intento no sería bajo esas siglas logró fundar un movimiento que aglutinara a todo aquel ciudadano, político o empresario que quisiera formar parte de la estrategia para derrotar a partidos como el Revolucionario Institucional y Acción Nacional, por lo que en este último camino le abrió las puertas de Morena a personajes incluso que nunca fueron bien vistos por la sociedad por estar sólo buscando intereses propios. Lo que sí logró fue unificar a todos quienes creyeron en su proyecto, todos iban hacia el mismo lado, jalaban al unísono para llevar a su líder a la primera magistratura, y lo lograron.

Esa estrategia traducida al proceso electoral de la Rectoría, en noviembre del año pasado, se reprodujo con el objetivo de lograr un triunfo del ahora rector, el contador Rubén Solís Ríos, y en ese trayecto fue sumando a quienes podían darle votos sin importar posturas, incluso grupos que en su momento fueron antagónicos dentro de la máxima casa de estudios; el objetivo era obtener la victoria y dentro de los acuerdos que se generaron fue el hecho de ceder espacios al asumir esta posición. Las cosas le funcionaron de tal forma que obtuvo una victoria contundente, al igual que el Presidente llegó con buena legitimidad del electorado por un lado, y de la comunidad universitaria por el otro, eso sí, ambos con altas expectativas para desempeñar su encargo.

Precisamente cuando se supone que todo debe marchar “sobre ruedas”, en ambos casos se demuestra que cuando dejas tu esencia y tus convicciones por obtener un triunfo, los resultados pueden ser totalmente contrarios, pues en el caso de Morena ha quedado de manifiesto que no pueden ponerse de acuerdo para llevar a cabo procesos tan rutinarios como la renovación de sus dirigencias, precisamente por el tipo de perfiles que tienen metidas las manos al interior de ese partido. En el caso de la UJED es algo similar, claro, guardando toda proporción, pues parece que quienes en su momento apoyaron para obtener la victoria, finalmente están “sacando el cobre”. Lo malo en ambos ejemplos es que quizá muchos ya sabían lo que ocurriría, y aún así dejaron pasar las cosas; ahora ahí están las consecuencias y no son muy prometedoras que digamos.

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