Por: Gilberto Jiménez Carrillo

El presente artículo plantea la incorporación del arte y la cultura como parte de un plan integral en la rehabilitación y reinserción del recluso, considerando el hecho artístico como una oportunidad de desarrollar la sensibilidad y otros procesos de conciencia y entendimiento que ayuden a la población interna a devolverles la confianza, la integridad y, en consecuencia, liberarla de estados de tensión y frustración. El proyecto involucraría a otros sectores, tales como la empresa privada, instituciones de educación superior, institutos gubernamentales de arte y cultura y otros que sumen esfuerzos para lograr en un futuro una sociedad más indulgente y comprensiva. Gran parte de la población reclusa tiene escasas oportunidades de reinserción pese a que se cuenta con talleres de oficios varios, además de programas de educación formal.

En este contexto, presentar y ofrecer actividades artísticas y culturales podría contribuir exitosamente a la reinserción. Se ha comprobado que las personas detenidas, a causa del aislamiento y separación de la sociedad libre, viven situaciones que pueden generar bloqueos físicos y mentales. A veces estos bloqueos pueden degenerar en una dificultad de expresarse y hasta el miedo y rechazo hacia la sociedad exterior. La privación de libertad tiene consecuencias negativas sobre las personas y sobre la sociedad en su conjunto. Sabemos que el arte y la cultura generan actitudes positivas ante la vida, ante la propia persona y ante los demás, pues aportan valores a todos los niveles y favorecen la apertura a otros pensamientos y actitudes. También pueden ayudar a salir del pensamiento de la droga, del delito cometido o de cualquier otro hecho que haya marcado de forma negativa al recluso, ya que actúa como elemento liberador, aumentando la sensación de calidad de vida y creando nuevas expectativas e ilusiones.

En términos generales, la situación carcelaria en nuestro país es caótica. El hacinamiento y la falta de programas de reinserción no contribuyen en la solución del problema. Generalmente se cae en un círculo vicioso, pues el reo es aprehendido y llevado al centro carcelario, aparentemente ahí terminó todo, pues tiene que pagar lo que ha hecho por el delito cometido, pero al mismo tiempo, se considera una persona que ya en vida terminó su productividad, y al cumplir su condena queda libre, pero no tendrá otra opción más que volver a delinquir, pues afuera no se le ofrece ninguna oportunidad de rehacer su vida, no encuentra trabajo y, lo que es peor, la sociedad le da la espalda y hasta lo discrimina.

Las autoridades penitenciarias del estado, deberían pensar en un proyecto para llevar arte y cultura a los internos del Cereso no 1 y a sus familias. El objetivo sería comenzar con un programa a corto y mediano plazo para lograr la culturización de las personas privadas de su libertad ayudándolas a reintegrarse íntegramente a la sociedad. Además, esta medida respaldaría la certificación que otorga la Asociación Americana de Prisiones alcanzando y superando los estándares internacionales de calidad que el organismo pide. En el cincuenta aniversario de su actividad, llevar arte y cultura a los internos del Cereso no es mala idea, y como una prueba piloto se podría comenzar con los penales de El Salto o Santiago Papasquiaro. Si ha funcionado en otros estados, porque en Durango no.                                         

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