Ora es cuando, hierba de olor…
Por: Juan Alberto Esquivel y Cebrián
Para nadie es un secreto que nuestro país está sufriendo una crisis en su gobernabilidad. En todos los aspectos de la vida nacional: Economía, salud, seguridad pública, educación, etcétera; tenemos severas deficiencias, que no son de ahora, por supuesto. Décadas de gobiernos corruptos, ineficaces e ineficientes la han provocado.
Pero quien vino, según él, para «transformar» al país, ha logrado hacer esta crisis aún más aguda, al dedicarse a resaltar lo malo de los gobiernos anteriores, para sostener lo «bueno» que es él. A dividirnos, como sociedad nacional, manipulando el crónico malestar popular por la injusta distribución de la riqueza que creamos con el trabajo de todos y los malos gobiernos que hemos tenido, para reforzar su imagen mesiánica y distraernos de los graves errores de su Gobierno, de las pillerías de sus colaboradores y las corruptelas de su propia historia política. A empeñarse en tener bajo su control o desaparecer a instituciones que representan avances en nuestra naciente democracia, justicia social, seguridad pública o simplificación administrativa pero que, por sus mismos fines, escapan del mando directo de la presidencia de la república, para hacer uso del presupuesto federal de acuerdo con sus intereses personales, justificándose en corrupciones que no ha demostrado documentalmente, por señalar tan solo unas cuantas características del actual Gobierno.
En síntesis, se ha dedicado a alimentar el culto a su persona y tratar de asegurar su poder por muchos años, en lugar de tomar medidas efectivas para corregir lo que tanto reprocha y hacer que México realmente progrese.
El que hayamos elegido a tal persona para presidir a la República es consecuencia del trabajo tan deficiente que han hecho, desde hace muchos años, los partidos políticos quienes se han preocupado más por ganar votos recomendándonos, como objetos de consumo electoral «competitivo», a quienes han construido un elevado «capital social», que, en diseñar un modelo de país, conforme a «sus principios e ideas» y en ese sentido formar a gobernantes honestos, eficaces y eficientes.
Sin embargo, en breve tendremos elecciones y es una buena oportunidad para que los partidos políticos, sobre todos los de la actual oposición, en lugar tratar de ganar votos con dádivas y vanas promesas usufructuando el trabajo personal de sus recomendados, justifiquen los miles de millones de pesos que les damos cada año recomendándonos -y responder por ello- a quienes están seguros de que son capaces de precisar el cómo van a llevar a su municipio, distrito electoral, estado y país a un verdadero progreso con democracia y justicia y no sólo sean buenos «gestores sociales».
¿O tú qué opinas, paciente lector?