Por: Iván Ramírez

En las últimas semanas se han manejado dos métodos para elegir al dirigente nacional y estatal de Morena, la encuesta y asamblea.

En el presente análisis trataré de explicar algunos pros y contras de cada uno de estos métodos y tomaré como ejemplo el proceso en el ámbito local, pues será símil del proceso nacional.

Por encuesta.- Se tendría que definir primero si será abierta a la población o sólo dirigida a afiliados. Pero de entrada quienes participen en dicha encuesta como aspirantes a presidir el partido, deben ser electos delegados en una de las cuatro asambleas distritales (así lo marca el estatuto).

Lo bueno: La encuesta permitiría ampliar el universo de ciudadanos que participarían en la elección de quien representará y coordinará un proyecto que se supone debe ser de todos (es lo que hemos pregonado).

Disminuiría el riesgo de intervención de poderes económicos o políticos externos, pues ya no estaría tan en sus manos la posibilidad de influir en la elección de la presidencia del comité ejecutivo (la joya de la corona).

El riesgo: Las encuestas han dado lugar a suspicacias, y si bien, estamos seguros que se realizan, no olvidemos que esto es político y estas mediciones también podrían servir para negociarse; todo depende de los resultados que arrojen. Esto es, podrían servir para concretar un acuerdo político en donde lo nacional suele imponerse a lo local.

Por asamblea.- Es lo que claramente marca el estatuto sin necesidad de  alguna interpretación.

Lo bueno: Los afiliados elegirían directamente a sus delegados para que posteriormente estos elijan al comité ejecutivo y su presidente.

El riesgo: A estas alturas siguen sin dar a conocer el padrón actualizado, pues en el publicado por el INE y en la página de Morena no aparecen aún muchísimos de los afiliados hasta antes del 20 de noviembre del 2017. Aunado a esto, un gran número de quienes están en este padrón todavía militan en el PT, pues no olvidemos que su estructura se usó como base para lograr las asambleas y obtener el registro de Morena como partido.

Otra, la enorme extensión territorial de Durango encárese el traslado de cada uno de los afiliados a las cabeceras donde se celebraran las cuatro asambleas distritales. Así que esto es campo fértil para quien traiga más dinero, pues podrá “ayudar” o “facilitarle” a más gente el transporte y hasta un lonche para el camino ida y vuelta.

El poder político y económico podría influir en algo que debería ser interno y meramente entre morenistas, pero lo más preocupante sería el que financiaran el reventar asambleas o intentaran la compra de delegados para quedarse con la dirigencia del partido… ¿tiene dudas sobre esto? Hagamos un simple ejercicio y vámonos a lo más baratito: Una campaña para diputado local de un partido tradicional cuesta -a ojo de buen cubero- de tres a cuatro millones de pesos. ¿Usted cree que los patrocinadores de estas campañas no le meterían lo mismo o mucho más para quedarse con un partido político? No olviden que esto representaría varias candidaturas locales, otras federales, alcaldías y candidato a la gubernatura. A ver, si van a ser cuarenta delegados en Durango, ¿cuántos aguantarían un cañonazo de cincuenta, cien o doscientos mil pesos?… confío en que la mayoría no cederían.

Ahora la pregunta del millón a la militancia de morena, ¿encuesta o asamblea?…