Recordando a Carlos Castillo Peraza
Por: Gilberto Jiménez Carrillo
Cuando Carlos Castillo Peraza asumió la presidencia nacional del PAN en marzo de 1993, era un político en plena madurez; no obstante, en lo profundo de su pensamiento, no dejaba de debatir consigo mismo el sentido de las decisiones que daban paso al panismo moderno. Castillo Peraza veía en la coyuntura de la transición democrática la oportunidad de construir también una política de mayor calidad en México. Una transición que sepultara no solo el autoritarismo, sino también la improvisación y el sentido patrimonial del poder, trayendo consigo la responsabilidad y la eficiencia. Creía que ese proceso de cambio podía ir más allá de la política y abarcar esferas de su afecto como el periodismo y la cultura.
Ha sido, tal vez, el único dirigente nacional de un partido político en México que se dio tiempo para participar regularmente en revistas de cultura. Escribió 106 colaboraciones en la revista Nexos, de las cuales 36 aparecieron durante los tres años de su presidencia; publicó también en cinco ocasiones en la revista Vuelta, entre ellas, la célebre conversación con Octavio Paz, en la que le inquirió sobre el catolicismo y la identidad histórica.
Para hacer realidad su proyecto partidario, Castillo Peraza creó los instrumentos que lo hicieran realidad: La Fundación Rafael Preciado Hernández y la Secretaría de Acción Gubernamental, como equipo de asesoría a los nuevos gobernantes municipales y estatales panistas encargado de integrar un modelo de gestión que diera paso a gobiernos autónomos, subsidiarios y eficaces. Un área para la reflexión y otra para la acción. Para dar sentido a su proyecto de innovación del partido, volvía frecuentemente a los textos de panistas como: Gómez Morin, González Luna, Preciado Hernández y González Morfín.
Cuando llegó a la presidencia nacional del PAN, su partido gobernaba tres estados; al irse, ya eran cuatro. Inició con 96 municipios y terminó con 208, avanzando del 11.07 al 30.28 por ciento de la población nacional gobernada, luego de los triunfos reconocidos en Guadalajara, Monterrey, Puebla y ocho capitales estatales más; en tres años, la representación panista creció de un senador a 25, de 88 a 119 diputados federales y de 137 a 235 diputados locales.
Los números son contundentes, en esos años el PAN se consolidó como un actor político competitivo en el marco de la transición democrática de México. Tanto los éxitos como los fracasos definen las trayectorias políticas. De la vida política e intelectual del licenciado recuperamos el ejemplo de contar con hombres públicos capaces de conjuntar ideas, capacidades y ética, la de formar funcionarios expertos que dirigen o gobiernan con responsabilidad y eficacia.
Sin estos ingredientes, el político común puede caer en vicios como el activismo o el pragmatismo, las trayectorias sin realizaciones, las gestiones sin trascendencia o el poder visto como un cargo a detentar y no como un medio para servir. Esas eran las angustias de Castillo Peraza, que conquistar el poder de súbito no significara extraviar su finalidad. En los tiempos que corren seguramente no contemplaría impasible lo que nos sucede.
“Un mal político es como el pez que salta fuera del agua y en lugar de saltar de nuevo hacia adentro, muere soñando ser pájaro», decía Carlos Castillo Peraza. Tal vez para no ser pez, el expresidente del PAN decidió dejar la política. Donde se encuentre, con admiración y respeto saludos al Licenciado Carlos Castillo Peraza, un panista de corazón.
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