Si un empleado…
Por: Juan Alberto Esquivel y Cebrián
Si un empleado le pide permiso a su patrón para llevar a cabo las tareas por las cuales se le paga, da a pensar que no tiene la menor idea del trabajo para el que se le contrató.
También, si alguien insiste, durante mucho tiempo, en que se realice alguna acción y hasta aplica distintos procedimientos para presionar la realización de aquello por lo que tanto porfía pero, al mismo tiempo, declara que no tiene ningún interés en tal asunto, hace pensar en que es un gran hipócrita.
Igualmente, si el responsable de un equipo de trabajo jura y perjura que sus subordinados son altamente eficaces y, por eso, declara que respeta su autonomía operativa pero cuando, sin razón aparente, asume la toma de decisiones que le corresponde a uno de sus subordinados, solo queda la idea que es un mentiroso. Y si, además, la función que arrebata a su subordinado es una que está totalmente fuera de sus competencias operativas, además de mentiroso se muestra como autócrata; esto es, como un vicioso de poder.
Si el responsable de un equipo de trabajo destituye a un elemento de su equipo (reconocido por su sincera lealtad hacia su jefe) por el simple hecho de que, por razones válidas, no apoyó a un protegido del jefe, hace pensar que éste tiene muy serios compromisos con su protegido y si, además, el protegido tiene una fama negra, se generan serias dudas sobre la probidad del jefe, aunque este insista en su honestidad personal, pues la sabiduría popular nos dice: «dime con quién andas y te diré quién eres…»
Por otro lado, si alguien, luego de una competencia bien equilibrada, se dedica a ofender, de manera sistemática, a quienes acusa de apoyar a sus competidores, sólo pone en evidencia su inmadurez emocional.
Todas estas situaciones no son sino comentarios sobre algunas de las noticias que han circulado sobre el hacer y el decir del señor López en los últimos días, como la «encuesta» para «enjuiciar» a los anteriores presidentes de la República sobre la cual su muy activo e insistente promotor declara constantemente «que no se quiere involucrar…», ignorando que ese empeño es ocioso pues, si hay probables delitos, por oficio de Ley se deben investigar, antes de enjuiciar a los denunciados, lo cual el señor López ha obviado y en sus «mañaneras», a su estilo muy ladino ya emitió su sentencia condenatoria aunque, insiste, «no quiere intervenir en ese asunto».
O el hecho de asumirse como única voz autorizada sobre el tema de la línea 12 del metro de la Ciudad de México, asunto que es de plena competencia del Gobierno -se supone- libre y soberano de la ciudad y hacer que la titular de ese Gobierno no solo acepte el despojo de sus funciones sino que hasta lo haga público, es un simple abuso del poder personal que tiene sobre la jefa de Gobierno de la CDMX.
O la destitución de la titular de la Secretaría de la Función Pública por el hecho no declarado pero si muy conocido de apoyar la candidatura de su hermano por la gobernatura del estado de Guerrero, en oposición a la frustrada candidatura de Félix Salgado Macedonio, clara y ampliamente respaldado por el señor López o el ataque insidioso y hasta obsesivo a las clases medias por los resultados en las pasadas elecciones, sobre todo en la CDMX, a pesar del ejército de promotores del culto a la personalidad del señor López, disfrazados de «servidores de la nación» y muy bien pagados con dinero público.
Estos asuntos, para el señor López, son de interés prioritario y no el crecimiento aparentemente incontenible del crimen organizado, el tan deficiente manejo de la pandemia, el desabasto de medicinas, la creciente inflación, etc.
Todo esto hace sospechar que no existe la suficiente capacidad ejecutiva y la madurez emocional y política para conducir al país al desarrollo que ambicionamos los mexicanos.
¿O tú qué opinas, paciente lector?