Por: Hermann Linden

Tlatelolco, Ciudad de México; cerca de 10 mil estudiantes de distintos niveles se encuentran reunidos en la plaza de las Tres Culturas, ahí protestan, gritan y exigen al Gobierno del presidente Díaz Ordaz, un Gobierno represor, violento y abusivo; tan solo meses atrás habían irrumpido en la UNAM, atentaron contra la autonomía universitaria; después fue el Politécnico, ahí llegó el Ejército a golpear y arrestar a estudiantes y maestros; antes de todo eso, fue la vocacional número 5 donde todo comenzó y es que parecía indicar que al Presidente y a su Gobierno, poco le importaban los estudiantes, mucho menos la educación y las instituciones. ¡No queremos olimpiadas, queremos revolución! Un grito casi al unísono que se escuchaba justo ahí, miles coreando esta demanda afuera del edificio Chihuahua, jóvenes, maestros, simpatizantes y medios de comunicación se percataron de la presencia militar, cada vez eran más, estaban por todos lados, helicópteros sobrevolaban la plaza y el complejo habitacional, de pronto una bengala resplandeció en el cielo, algunos dicen fue de color roja, otros dicen que fue verde, al parecer fueron las dos, aquello ensordeció cuando comenzaron los disparos, ¡a correr! Algunos ya estaban en el suelo, por un lado, venían los soldados, eran cerca de cinco mil elementos del Ejército Nacional, del Gobierno mandaron tanquetas, ¡tanquetas carajo! Ni que fueran a la guerra; de entre la multitud surgió otro grupo, traían guantes blancos o una pañoleta amarrada en la mano izquierda, se supo después que era el Batallón Olimpia, ya tenían tiempo infiltrados en el movimiento, eran espías paramilitares con el único objetivo de sabotear a toda costa la causa, incluso tenían permiso, qué digo permiso, tenían instrucciones de matar; aquella masacre se prolongó el resto de la tarde y parte de la noche, hubo miles de detenidos, abusos, tiempo después se publicaron fotografías de jóvenes desnudos siendo golpeados por elementos del Ejército mientras estaban amarrados o contra la pared; tuvieron que pasar muchos años para enterarnos de esto y más, se repartieron culpas e incluso se acusó de genocida a un expresidente (Luis Echeverría) quién se ostentó como Secretario de Gobernación y cargó con la responsabilidad de aquellos terribles hechos.

Eso es lo que no se olvida, no debemos, es más, no podemos olvidar; ese fue el llamado “Movimiento del 68”, el cual no sólo sucedió hace 51 años en México, sino fue parte de toda una generación mundial, una generación rebelde que buscaba de formas, quizá disruptivas, de generar cambios y que con profundo dolor y llenos de sacrificios e injusticias lo lograron. Es por ello que, para cualquier miembro de aquella generación, para cualquiera que sufrió de las represiones, que vivió las persecuciones, que lidió con los atropellos, es completamente injusto que ahora se represente todo aquel sufrimiento con destrucción bajo arengas de encapuchados que no buscan ningún planteamiento, sino más bien una excusa para destruir y antagonizar con todo. Cada año, cada marcha es la misma historia bajo el grito de “el 2 de octubre no se olvida”, ¡qué pena que no entiendan ni puedan analizar cuál era el objetivo de aquel movimiento!, porque bajo su “anarquía” sólo hay ignorancia y al parecer cada vez más olvido.