Por: José Antonio Fierro Santacruz

En los últimos años, se dio un ingrediente novedoso en todas las discusiones públicas sobre temas importantes: el accionar de los trolls en las redes sociales y medios digitales.

El término troll se remonta a las primeras épocas de Internet, así se le denominaba al ciberbulling de foros o salas de chat, que sólo por diversión o malicia buscaban arruinar las conversaciones. Para lograr este objetivo recurrían a la agresión y a la provocación, sus rasgos más notables.

Sin embargo, la inserción en el mundo de la política le dio nuevas características. Un troll pasó a ser una persona que administra una o varias cuentas en forma manual sin revelar su verdadera identidad, lo cual constituye la principal diferencia con un cibermilitante, es decir, una persona que defiende una ideología en las redes sociales.

En general los trolls suelen adoptar identidades falsas que les permite transitar a sus anchas por redes sociales. No conocen a sus víctimas de forma directa, como en el ciberbullying y pueden actuar en cualquier momento. Es decir, el troll genera un conflicto que desvía el foco de una cuestión.

La red social del pajarito es el lugar donde más actúan los trolls. Esto se debe a que, más allá de que tiene muchos menos usuarios que Facebook o Instagram, se ha afianzado como un nicho con usuarios que buscan y difunden información. Se enlaza bien con las rutinas productivas del periodismo digital porque es rápido, de fácil acceso y sin costos. Además de que es donde están los líderes de opinión, los periodistas, los conductores de radio y televisión.

El futuro de los trolls es incierto. Por un lado, están quienes señalan que es algo que antes no era visto como un problema pero ahora se ha vuelto un tema controvertido. El fuerte debate en Estados Unidos sobre el accionar de trolls presuntamente rusos durante la campaña en favor de Donald Trump y la masiva difusión de noticias falsas son un claro ejemplo. Según especialitas, el mismo sistema político le va a demandar mayores controles a las plataformas digitales, que deberán ceder en algo y autorregularse para evitar cualquier tipo de intervención gubernamental.

Por su parte, hay quien coincide en que se ajustarán los controles pero intuyen que los modos de intervención se volverán cada vez más sofisticados. Probablemente en un par de años habrá un montón de cuentas falsas que ni siquiera van a ser atendidas por alguien real sino que van a generar automáticamente sus propios mensajes a partir de sistemas de Inteligencia Artificial, como lo hacen actualmente Siri en el iPhone o el Google assistant.

Pie de página.- En Durango, se han presentado casos de trolls que han alcanzado cierta notoriedad, atacando y difamando a diversos personajes de la política local, una estrategia que lamentablemente implementan equipos de «asesores digitales» al servicio de funcionarios y políticos. Práctica que se incrementa en época de campañas.

Twitter: @Antonio_Fierro