Hace años resultaría de risa pensar que una mujer podría ser madre solera, tatuadora y exitosa, muchas han roto ese estigma y una de ellas es la tatuadora duranguense Andrea Hernández quién platica como comenzó «desde abajo» para poder hacerse de un nombre, prestigio y clientes en una industria dominada en su mayoría por hombres.

Andrea además de tatuadora es mamá, cuenta que estaba estudiando mientras esperaba a su hija, aun así se graduó y sigue triunfando en su ámbito, ella dice que aunque son pocas las mujeres que tatúan en Durango, hay mucho talento femenino en este ámbito.

Como tatuadora, ella es especialista en diseños pequeños y coloridos siempre con un tacto impresionante, mismo que le ha dado su apodo de «patitas suaves» pues asegura que sus clientes rara vez sienten dolor cuando ella plasma la tinta en su respectiva piel.

De esta manera se cuenta la historia de una chica que contra todo pronóstico está triunfando en lo que ama.