Mitos y realidades sobre el sacrificio humano prehispánico

Cultura | 12/09/2020 - Hace 4 años
Mitos y realidades sobre el sacrificio humano prehispánico

Para muchas culturas mesoamericanas, el sacrificio humano era una expresión de primer orden, necesario para mantener el balance del cosmos al retribuir a los dioses el sacrificio humano original que hicieron para formar el mundo. Era un diálogo con lo divino, el cual se establecía regularmente durante festividades cívico-religiosas, o bien, de manera extraordinaria cuando ocurrían crisis naturales, económicas o demográficas.

Y aunque se han descubierto numerosos depósitos óseos antiguos, relacionados con actos de sacrificio, solo uno, investigado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en los años 60, podría estar vinculado con una de las más trascendentes conmemoraciones prehispánicas: la ceremonia del Fuego Nuevo, realizada cada 52 años por pueblos como el mexica, al coincidir los calendarios solar (xiuhpohualli) y ritual (tonalpohualli).

En la antesala del conversatorio “El significado de los rituales del sacrificio humano en el Cemanáhuac”, que se transmitirá el 14 de septiembre a las 17:00 horas por el canal INAH TV en YouTube, el antropólogo físico Carlos Serrano Sánchez, evocó aquella investigación que, justamente, revisitará durante su participación en el panel virtual, el cual se realizará en el marco de la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.

Fue en 1963, apuntó el experto del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, cuando una fosa localizada en el área nuclear de la Zona Arqueológica de Teopanzolco, en Cuernavaca, Morelos, reveló la presencia de un gran cúmulo de restos óseos pertenecientes a 92 individuos.

El análisis, hecho por Serrano y Zaid Lagunas Rodríguez, mostró que, aun cuando los restos de cada persona no estaban completos sino distribuidos en grupos de cráneos, huesos largos, vértebras o manos, y en distintos puntos y niveles de la fosa, era claro “por lo bien compactados y acomodados”, así como por el hallazgo de una antigua capa de tezontle que selló la ofrenda, que todos pertenecían a un mismo evento sacrificial.

“En aquella época tuvimos la suerte de que nuestra excavación fue visitada por el doctor Alfonso Caso, quien después de analizar la evidencia nos dijo que, ‘claramente, el depósito era resultado de un sacrificio de Fuego Nuevo’”.

Aunque la hipótesis de Caso —quien falleció pocos años después de esa visita— no fue indagada a fondo para corroborarse, tampoco ha sido desmentida, de allí que sea todavía plausible que el hallazgo de Teopanzolco corresponda a una de las dos últimas ceremonias del Fuego Nuevo de las que se tiene constancia, efectuadas en 1455 y 1507.

Para el doctor Serrano, la opción más sugerente es la del año 1507, ya que para entonces Teopanzolco, urbe tlahuica conquistada a finales del siglo XV, por el tlatoani Ahuízotl, ya habría asimilado y replicado los usos rituales de la Triple Alianza.

“Este es uno de los depósitos sacrificiales más importantes del periodo Posclásico mesoamericano y, sin embargo, es de los menos conocidos”, apuntó el antropólogo físico al llamar a nuevas investigaciones multidisciplinarias de datación por carbono 14 u otros procesos, los cuales pueden conducirse sobre las osamentas de los 92 individuos, mismas que se resguardan en la Osteoteca del INAH, con sede en el Museo Nacional de Antropología.

Conversatorio desmitificará el sacrificio humano

En este siglo XXI, pese el amplio conocimiento académico que existe en torno a la práctica sacrificial mesoamericana, sobre ella todavía pesan etiquetas que le categorizan como un acto bárbaro.

Con el fin de difundir entre el público qué era y cómo se realizaba cotidianamente el sacrificio, el citado conversatorio virtual reunirá a dos panelistas más, el antropólogo físico Zaid Lagunas, investigador del Centro INAH Puebla, y el arqueólogo Raúl Barrera, responsable del Programa de Arqueología Urbana (PAU) del Instituto.

“En Cholula, una de las ciudades más sagradas del Cemanáhuac, se han localizado más de 400 entierros humanos, mientras que, como se dio a conocer en su momento, el arqueólogo Barrera descubrió hace un par de años el imponente Huey Tzompantli de Tenochtitlan”.

Para el doctor Carlos Serrano, el diálogo con sus colegas permitirá no solo difundir qué representaban realmente los sacrificios, sino desmitificar algunos equívocos que han perdurado en el tiempo y en la cultura popular, como aquel que establece que, con un solo golpe de puñal, se cortaba el tórax y extraía el corazón latiente del sujeto.

“Existen narraciones de cómo Ahuízotl sacrificó a miles de cautivos en un solo día, para conmemorar su ascenso al trono; sin embargo, la antropología física nos muestra que aun con el gran conocimiento de anatomía que los sacrificadores tenían, el proceso era complejo y tardado, incluso, si el sacrificador contaba con gran destreza”.

Por supuesto, los 92 individuos de Teopanzolco “no son los 20 mil que describen las crónicas”. En los restos óseos de estos pudo reconocerse que procesos como la decapitación, el desmembramiento o el desollamiento rituales, a menudo eran arduos y requerían la participación de todo un grupo de sacrificadores especializados en cada tarea.

Ejemplo de ello es uno de los cráneos localizados en la ciudad tlahuica, el cual, al nivel de la segunda cervical, guardaba el fragmento de una navaja de obsidiana que se usó para cercenarlo.

“Esto nos habla de distintas cuestiones: Por un lado, refiere que las decapitaciones no eran limpias, ya que en ese individuo se requirieron de, al menos, dos cuchillos; y por otro, nos aclara que los tlahuicas ofrendaban la cabeza entera, en ocasiones colocada dentro de vasijas rituales, a diferencia de los mexicas de Tenochtitlan, que separaban el cráneo de las cervicales, para perforarlo y colocarlo en el Tzompantli”.

Un último aspecto referido por el antropólogo físico fue el de los rasgos morfológicos de los esclavos o cautivos sacrificados que, en el caso de Teopanzolco pertenecen a dos grupos principales: uno de ellos es otomiano, debido al cráneo alargado (dolicoide) que caracteriza a este grupo poblacional; y otro provendría, quizá, de la región central poblana, con una morfología craneal más uniforme entre su longitud y anchura.

El conversatorio “El significado de los rituales del sacrificio humano en el Cemanáhuac” se desarrolla como preámbulo al II Coloquio de la Visión Antropológica de la Conquista del Cemanáhuac, que se llevará a cabo de manera remota, los días 28, 29 y 30 de octubre.

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Autor

Mónica Rojas

Nacida en la Ciudad de Durango, Durango., México. Licenciada en Ciencias y Técnicas de la Comunicación, egresada de la Universidad Autónoma de Durango (UAD).

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