- A través de la plataforma digital “Contigo en la Distancia”, puede hacerse un recorrido de mil 500 años de antigüedad por la urbe
En los años 70, dos arqueólogos, el mexicano Román Piña Chan y el japonés Kuniaki Ohi, emprendieron un amplio proyecto de exploración en Tingambato, Michoacán, logrando encontrar, entre otras estructuras, un juego de pelota y un entierro multitudinario, el cual aún está bajo estudio del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), donde se calcula yacen los restos de entre 124 o 150 individuos.
De aquella campaña quedaron las anécdotas de cómo Piña Chan aprovechaba su olfato privilegiado para saber dónde excavar y hallar contextos históricos, o bien de las lecciones de karate que Kuniaki dio en su tiempo libre a los niños de Tingambato, a cambio de que leyeran al menos un libro al mes. Pero no solo eso, también quedaron amplias líneas de trabajo que hoy en día, con apoyo de tecnologías de vanguardia, son retomadas para la investigación y difusión del enclave prehispánico.
Así lo dio a conocer en videoconferencia el arqueólogo José Luis Punzo Díaz, adscrito al Centro INAH Michoacán, al participar este 30 de abril en el ciclo “La arqueología hoy”, que coordina el también arqueólogo Leonardo López Luján en El Colegio Nacional.
Vía remota, en apego a las medidas de la Jornada Nacional de Sana Distancia para evitar las concentraciones y mitigar el contagio de COVID-19, el investigador dictó la ponencia titulada Tingambato: LiDAR, drones y tumbas en una ciudad michoacana del Clásico y el Epiclásico.
En la conferencia se abordó el modo en que, gracias a dispositivos como los drones, las cámaras de alta resolución y los instrumentos de LiDAR —acrónimo en inglés de Light Detection and Ranging—, se ha logrado innovar la arqueología tradicional y generar modelos digitales, basados en las más recientes investigaciones encabezadas por Punzo desde 2013, los cuales reconstruyen Tingambato en su momento de auge.
Así, en sitios como la Mediateca del INAH, un portal que suma su oferta a la campaña nacional de difusión “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, se puede acceder a un recorrido virtual por Tingambato, tal y como debió verse hace mil 500 años.
Las tecnologías citadas, junto con estudios de ADN, espectrometría de masas y geofísica, entre otros, desarrollados con centros académicos como la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), los laboratorios del Museo del Templo Mayor (MTM), la UNAM, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, así como con las universidades de Estrasburgo, Francia, y Auckland, Nueva Zelanda, han permitido obtener nuevos datos de la urbe prehispánica.
Un caso específico, explicó Punzo, son los fechamientos, ya que cuando Piña Chan y Ohi exploraron Tingambato, establecieron su asociación temporal con Teotihuacan a partir de las semejanzas arquitectónicas como la construcción de fachadas con el estilo denominado «talud-tablero».
Sin embargo, los datos científicos esclarecen que Tingambato tuvo una ocupación total de nueve siglos, divididos en tres grandes etapas de ocupación: la inicial, del año 0 al 300 d.C.; una intermedia entre 300 y 550 d.C., y la de mayor auge, entre esta última fecha y el año 900 de nuestra era.
Incluso, señaló el arqueólogo, “fuera del ‘talud-tablero’ no hay grandes evidencias cerámicas o arquitectónicas que indiquen una presencia teotihuacana en Tingambato”, lo que contradice la teoría dejada por Ohi y Piña Chan, relativa a la urbe fungiendo como un enclave michoacano de la gran metrópoli.
Una nueva interpretación es que, considerando que Teotihuacan comenzó a registrar su declive en coincidencia con la tercera fase de Tingambato —arqueólogos como Linda Manzanilla y el propio Leonardo López señalan que el gran incendio de la Calzada de los Muertos ocurrió en el año 570 d.C.—, muchos de los pobladores expulsados de la gran metrópoli volvieron a sus lugares de origen, uno de ellos Tingambato, buscando plasmar símbolos, como el talud-tablero, que les recordaran y asociaran al esplendor de la capital caída.
José Luis Punzo comentó que otra arista en la que se trabaja actualmente es la reconstrucción virtual con fines académicos, pero que podría fungir como herramienta de difusión mediante la realidad aumentada, de las Tumbas I y II de Tingambato, descubiertas en 1979 y 2012, respectivamente.
Adelantó que una particularidad de la visualización de la Tumba I —ya disponible en el recorrido virtual de la Mediateca del INAH— es que da a los visitantes una perspectiva no solo de cómo se encuentra en la actualidad, sino también de cómo lucia al momento de su descubrimiento.
Para ello, fue necesario contactar, vía la Universidad de Kioto, a los familiares de Kuniaki Ohi, quienes facilitaron al proyecto los planos, apuntes y dibujos que, capa por capa, elaboró el arqueólogo japonés, comisionado a Tingambato por Piña Chan.
En tanto, el objetivo en la reconstrucción virtual de la Tumba II, que se desarrolla bajo la coordinación del arqueólogo Alejandro Valdes, es “traer a la vida, o quizá al momento de su muerte”, a una joven de alto estatus que se localizó en ella, dijo Punzo al contrastar cómo mientras en una tumba se hallaron más de 100 individuos, en otra solo se localizó uno.
Se trataba —detalló— de una mujer de entre 15 y 29 años de edad, con deformación craneal, a la que se inhumó acompañada de un rico ajuar compuesto por 19 mil 428 objetos de lapidaria y concha, muchos de ellos exóticos e importados.
La finalidad de todos estos trabajos, concluyó Punzo, es que las investigaciones arqueológicas no se queden en informes técnicos, gabinetes o círculos académicos, sino que aprovechen las nuevas plataformas de comunicación y difusión, para llegar a públicos más amplios.
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