Un día en La Historia de Durango, se inauguró la actual Preparatoria Diurna de la UJED a sesenta años

Cultura | 29/08/2020 - Hace 4 años
Un día en La Historia de Durango, se inauguró la actual Preparatoria Diurna de la UJED a sesenta años

El 20 de noviembre de 1960, el Presidente de la República, Lic. Adolfo López Mateos, inauguraba la escuela preparatoria de la Universidad Juárez del Estado de Durango, que a partir del 06 de enero de 1961 acogería en su seno a los niveles de secundaria y preparatoria.


El magnifico edificio que albergaba la preparatoria, fue diseñado por el mismísimo arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, era el mejor, el más hermoso y funcional de su tiempo, de tres niveles con amplias escaleras, excelentes acabados en sus aulas, talleres y biblioteca, la planta baja con la suficiente amplitud para los torneos de la palabra y su gimnasio auditorio flanqueado por la silente y prolífica escultura «La Madre Nutricia».

 

En el área de estacionamiento, se instaló una estructura metálica para bicicletas, medio de transporte que predominaba entre los estudiantes, eran contados a los que «papi» les compraba un automóvil.

El entorno urbano de la Prepa al iniciar la década de los sesenta, se circunscribía a unas cuantas edificaciones cercanas. Al oriente las oficinas del ISSTE, al poniente la ciudad deportiva con sus frontones y los estadios de futbol y beisbol, al sur, grandes extensiones de terreno con grandes chaparrales y es donde hoy se ubica la colonia Valle del Sur y la colonia Insurgentes, apenas si existía la calle Francisco González de la Vega, todavía terracería y al norte, el cerro de los Remedios, en cuyas faldas sureñas, se encontraban varios túneles a cielo abierto, ruinas de viejas exploraciones mineras que constituían un grave riesgo para los alumnos curiosos y esto es porque ejercían una permanente tentación para el espíritu curioso y aventurero de los mismos, que no en pocas ocasiones sufrieron graves accidentes.


La única edificación existente en la cima de este promontorio, era el Templo de Nuestra Sra. de los Remedios y si acaso, en las inmediaciones del lado oriente del cerro, había una propiedad que pertenecía a un señor de ascendencia italiana y de apellidos de rancio abolengo, era Don Luis Medicis de Biron, padre de su hijo del mismo nombre y apellido, y a según el decir de quienes lo conocieron, cuando bajaba a la ciudad, se transportaba en un carruaje tirado por caballos. Su ya citado hijo, por su ocupación en el comercio, organizó el gremio de los industriales de la masa aquí en Durango.

En el otoño por las tardes, cuando las laderas del cerro de los Remedios con sus zacatales se vestían de oro, ante la luminosidad del crepúsculo magnifico, con un dedo de nostalgia pues se acercaba el periodo de exámenes y por ende el fin del ciclo escolar.

El servicio del transporte público, se prestaba entonces por medio de los populares y democráticos carros de ruta y el parque vehicular lo constituían automóviles modelos 1940 a 1946 más o menos.

A la hora de entrada a clases, generalmente por la mañana, esos carros ruleteros eran auténticas portolas, o sea, latas de sardinas, ya que el chofer les metía más de quince escolapios, amén de los cuatro que temerariamente se trepaban a la defensa trasera del vehículo, recargados sobre el medallón, veinte fierros era el precio del pasaje para los estudiantes.

A la ruta de Tierra Blanca le correspondía cubrir el servicio en aquellos acorazados y espaciosos Plymouth, Packard, Dodge, y Chevrolet, que subían por la calle de Urrea, daban vuelta por la de Juan E. García y continuaban por la calle de Venado, hoy calle Universidad, cuya circulación era entonces de doble sentido.

Poco después, los ruleteros se desplazaban por calle Urrea hasta la recién abierta avenida González de la Vega que tenía todavía terracería, hasta llegar a la prepa por el costado de las oficinas del ISSSTE que se ubicaban en donde después se encontraron las instalaciones de la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno Federal, hoy de Bienestar.

Toda vez que, eran los primeros días en que tendría actividad docente la prepa, el grueso del contingente estudiantil que se dirigía a clases, pie a tierra semejaba un hormiguero, trepando por la empinada e interminable cuesta de la calle de Venado.

Todos los de bici, con sus libros bien amarrados a la parrilla de sus jacas, por más que agarraban vuelo, les era imposible a veces, remontar la colina y se veían obligados a terminar el pesado recorrido a pincel y ya de bajada, parecían bólidos hasta aterrizar en la prepa.

Las bicicletas eran verdaderos panderos de matachín por los folclóricos adornos: el cuadro revestido con cinta de vinil liza o rayada y de colores vivos, los manubrios, igual, pero con un colguije de varios hules delgados en los extremos, una varaba de caucho en los pedales, guarda fango en las salpicaderas con sus correspondientes reflejantes, en los rayos se colocaban unos arillos de plástico multicolor, sin faltar la parrilla o canastilla y desde luego los diablos para subir al compa porque las damas se les subía en la barra delantera, instalar un timbre o un claxon ayudaba a prevenir accidentes. Al circular por la noche, era indispensable y reglamentario, el uso del faro con su dinamo accionado con la parte lateral de la llanta trasera y por último, contar con una placa de circulación vigente que se colocaba en un lugar visible en la salpicadura de la parte de atrás.

Y así llego el primer día de clases, siendo presidente de la sociedad de alumnos de esa fecha el hoy Lic. Jorge Contreras Casas, generando un sinfín de anécdotas estudiantiles y aunque reactivando un poco la economía de ese lugar pues no faltó quien hiciera negocio con los libros o los lonches como los de Don Ramón, que los daba a 30 centavos y los últimos a 20 con tal de que se le acabaran además de consolidad grandes amistades entre los muchachos forjándoles un futuro promisorio y de destacados profesionistas en su mayoría.

Como todo había ciertas tradiciones que se debían de cumplir al momento de ingresar a pertenecer como alumno de la Prepa, tal tradición era de pelar a rapa a los alumnos de nuevo ingreso llegando en muchas ocasiones a bañarlos de chapopote y pasearlos por las calles de la ciudad, eran las clásicas novatadas que muchos recordarán con nostalgia.


Información Obtenida Del Libro Crónicas De La Prepa Del Lic. Gustavo Rivera Ramos, Las Imágenes Se Obtuvieron Del Grupo Durango Antiguo Del Facebook.

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