Por: Juan Francisco Arroyo Herrera

Está documentado que los sinarquistas debidamente aleccionados por los jesuitas alentaron y sacudieron los hilos de la insurrección cristera y luego el levantamiento armado que pretendieron etiquetar de “católico” desarrollado de 1926 a 1929 para derrocar al gobierno de México. El sinarquismo en sus diferentes vertientes es una ideología plenamente totalitaria y según se dice construida para contrarrestar la anarquía, imponiendo dictaduras fascistas. Esos sinarquistas que condujeron la guerra cristera crearon luego la Unión Sinarquista Nacional de México, autodefinida  como nacionalista, fascista, anticomunista, nacionalcatólica y falangista.

Cuando los habitantes del sur de Durango, parte de Guanajuato, Zacatecas y entidades del bajío fueron abandonados a su suerte por el alto clero mexicano, que tras las fallidas escaramuzas de su “guerra” se entregaron al gobierno, negociando para dar por terminada la pretendida rebelión. Los sobejos sinarquistas a la postre formaron al PAN que, aunque titubeante, sostuvo algunos de los distintivos de sus antecesores. Desde sus inicios hasta que Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón Hinojosa, junto con el país, destruyeron a ese organismo dejaron de ser oposición.

La debacle y casi extinción fue sellada al arribo de Andrés Manuel López Obrador al gobierno de México, cuando con lo que quedaba del PRI y el difunto Partido de la Revolución Democrática, regenteado por los inútiles chuchos, en un descarado amasiato hicieron causa común disque para contener los embates del tabasqueño. Envalentonados por un grupúsculo de periodistas y rancios políticos, que no merecen ser citados porque me provoca examen de conciencia, el gasto de tinta y papel, valiéndose del arma más poderosa que hay en la actualidad, la internet, iniciaron vanos intentos de desacreditar la administración morenista.

La estocada final se las dio Claudia Sheinbaum, con la arrasante victoria que tuvo en las urnas con treinta y seis millones de votos, con una popularidad que en la medición de los expertos ha ido creciendo a más del setenta por ciento, por lo que se avizora la extinción de la supuesta oposición; más aún, cuando figuras del pasado, abandonaron las listas de esos partidos. Todavía más,  actuales senadores, ante el devastador panorama que impera en sus edificios otrora pletóricos de visitas, lucen en el abandono si es que no han sido embargados por algún acreedor.

Es todavía más lastimero cómo el tal “Alito” Moreno, dirigente del minusválido PRI, hizo el ridículo al aparecerse en la heredad de José Mujica, expresidente de Uruguay, exguerrillero y antiguo dirigente de los Tupamaros, que durante muchos años arriesgando su vida lucharon por derrocar una de las tantas dictaduras que asolaban los países centro y sudamericanos. Pepe, como es llamado internacionalmente, sencillo y del pueblo como es, atendió la ominosa presencia del prófugo de Campeche, pues no tengo ninguna duda que conozca la ficha del visitante, que desvergonzado y cínico como es publicó su humanidad acariciando el tractor del también agricultor Mujica.

No se quedan atrás Felipe Calderón y Ciro Gómez Leyva, que refugiados en la madre patria, como apestados son vistos en calles madrileñas, haciendo desfiguros en frustrados “encuentros internacionales”, en uno de los cuales se observa a Gómez Leyva desempeñando el patético papel de maestro de ceremonias. En los intervalos, como breve introducción a la presentación de los que desfilaron por el evento se presentaron como defensores de su patria. Es una oposición, es una derecha que deambula por los caminos de Dios sin ton ni son colgándose de donde sea, con toda suerte de payasadas hacen  frustrados intentos de impresionar a los mexicanos. ¡Válgame Dios!