Semilleros creativos
Mujer 2020
Claudia Felicitas Gamero Quiñones
Cambié el placer de escribir las cartas que aún puedes leer y guardas en tus cajones,
esas letras imborrables y llenas de verdad,
por un frío correo de Hotmail, o mensajes de texto, que, si quieres, puedes borrar al instante.
Cambié nuestras interminables charlas y tardes de tomar el té, nuestra oración al llegar la noche, por mensajes de Whatsapp llenos de caritas e imágenes que no expresan nada.
Cambié la emoción de escuchar tu voz y compartirte mis desventuras, por un rápido mensaje de Inbox, que no puede mostrarte mis lágrimas.
Cambié la necesidad de esos instantes maravillosos, de sentir tus abrazos y caricias, por emoticones, símbolos y stikers, que no tienen alma.
Cambié el expresar, sentir y decir lo que pienso, frente a las personas, por 140 caracteres en Twitter.
Cambié la cercanía de una reunión familiar, convivir con amigos y me conformé con saber de ellos por Facebook y saber cuántos «likes» tiene mi estado y en ocasiones de gente que no conozco.
Cambié el compartir mis verdaderas emociones, alegrías y tristezas por una imagen con photoshop que oculta mi soledad y luce con una falsa sonrisa en Instagram.
Cambié nuestros juegos de mesa, nuestras salidas al parque y los domingos familiares, cambié nuestras salidas juntos al cine, compartiendo palomitas, dulces, refrescos, y las risas espontaneas, por la soledad en mi cuarto y una película o serie en Netflix.
Cambié las horas en vivir mi tiempo, admirando, disfrutando, amando, el milagro de cada día, por el solitario vacío de navegar por la red, anónima y desconocida.
Cambié el compromiso de escribir poesía y sentirme bien conmigo misma, por copiar y pegar frases comunes de Internet.
Cambié el temor de confrontarme, de caer y levantarme, por la burla y el escarnio que producen los memes.
Cambié el darle valor a las personas, por lo que son ellas mismas, y no por el costo de su Iphone, Ipad, Tablet o Laptop de manzanita.
Cambié mi libertad de elegir y decidir, por un enorme vacío existencial llamado: ¡Tecnología!
Sí, cambié, y lo inexplicable de esto, es que no sé en qué momento cambié.