Cultura

Un día en la historia de Durango…        

28/09/2019 - Hace 5 años en Durango

Un día en la historia de Durango…        

Cultura | 28/09/2019 - Hace 5 años
Un día en la historia de Durango…        

Por: Pedro Núñez López

Durango era una ciudad apacible, silenciosa, quieta, de excelente clima y marcado sello Colonial, con muchas de calles rectas, empedradas, disparejas, llenas de hoyancas y zanjas, y banquetas de distintos materiales, unas de losas, otras de ladrillo, de piedra bruta y de vidrios de fondo de botella y de huesos clavados con sus coyunturas hacia arriba; algunas de tierra y de vigas de madera. Sus casas en su mayoría de adobe y cantera, de un solo piso las más, con ventanas de bolados y barandales de fierro; de sus paredes colgaban canales y canalones para desaguar las azoteas que en tiempo de lluvias eran unas verdaderas regaderas. Calles, solas, tristes, oscura al llegar la noche, pero su falta de alumbrado eléctrico, muy escaso y deficiente. Que en muchas ocasiones se cortaba a temprana hora, quedando la ciudad en tinieblas, distinguiéndose solamente las luces de las linternas de los serenos o «tecolotes», como se les decía a los policías nocturnos que las colocaban en los cruceros de las calles, a media calle; unas lucecitas que apenas se veían al oscurecer, y las linternas y aparatos de las tiendas de comercio y tendajónes.

Por muchas de nuestras calles corrían acequias angostas junto a las banquetas, que servían para regar huertas y solares, peligrosas para los muchachitos, el descuidado peatón y el borrachito. En algunas esquinas había grandes piedras fijas colocadas a manera de mojoneras o señales; unas cuadradas y otras en forma de cono, que se supone servían para indicar ciertas propiedades o linderos. Las banquetas estaban a desnivel, unas altas, otras balas, algunas con escalones, anchas y angostas; había de todo.

El caserío principal a zona importante de la ciudad llegaba al norte hasta la calle de Leyva, hoy avenida Felipe Pescador, teniendo a la vista, al frente la antigua Estación de los Ferrocarriles, destinada actualmente a Hospital de los mismos; Patio, Talleres de la Casa Redonda, Bodegas de Express y Carga y residencias del Superintendente y otros empleados del tren; más al fondo el Cerro de los Presos, Cerrito del Tepeyac y el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, y atrás nuestro famoso Cerro de Mercado, explotado por hambres de otras regiones, extraños a Durango; a un lado las Colonias Maderera y Morga, aledaños con muy pocos habitantes.

Al sur hasta las Alamedas y Acequia Grande, (hoy Ave. Francisco Saravia) con sus barrios de Tierra Blanca, Analco y Chihuahua, los más antiguos, y sus calles de Granada, Hospicio y Venado. Los puentes de Urrea, Luna, Analco, Allende y Granada. Por la misma acequia, más abajo, hacia el oriente, un puente angosto de palo para salir a la calle de Díaz, frente a las Atarjeas y el paso de piedra desaparecido, precisamente donde ahora está el puente que lleva al Campo de Aviación, a pocos metros del Rastro viejo.

A excepción del puente de Analco, de cantera, los demás eran de madera y herrajes de fierro. También para el sur pertenecían los llanos de la actual Colonia «El Refugio» Lienzo Charro y Campo de Aviación, lugares considerados fuera de la población, convertidos entonces en  inmensos basureros llenos de humaredas, perros flacos y muchos cuervos, zopilotes y auras de cabeza pelona y colorada.

Por el oriente hasta las calles de Apartado, las de Regato y Voladores se contaban ya entre los suburbios.

A este lado quedaba el Rastro Municipal, la Hacienda de la Ciénega que administraba Don Santiago Solís, barrios de El Escorial y San Antonio, este con su jardín que ahora lleva el nombre del Generalísimo Morelos; su Terminal de tranvías de mulitas, sus Alamedas del Panteón, el Hipódromo y la Mansión del Reposo.

Del lado de la ciudad donde abundaban solares y huertas, con callejones lóbregos llenos de basureros y tabacones, también de perros hambrientos, huesudos y zopilotes; lugares que aprovechaban las gentes a todas horas para ir a descansar de sus «necesidades” suburbios de tapias bajas de adobe, viejas, caídas, roídas, carcomidas por la acción del tiempo y la lluvia, por donde asomaban nopaleras, higueras y membrillares, huizaches, mezquites y magüeyes.

Al poniente hasta las calles de Nogal y Fénix y puente de Fullman, conocido como «Puente del Ariel», Cerrito de la Cruz y Barrio del Calvario de donde son famosos los alacranes, «dizque» por más ponzoñosos; calle de Canoas, barrio de la Costa y terrenos de Juan Stenner, «La China con su Ojo de Agua», lugares llenos de sombras y charcos, ahora convertidos en nuestro hermoso Parque Guadiana; la Colonia Obrera, (hoy Silvestre Dorador), el Cerrito de los Remedios con su Iglesia, rodeado de huertas y solares, agregando el Puente Negro sobre la vía férrea que va para la sierra.

Fotos de Lupita Valenzuela, texto de Parra de su libro «Como era nuestra ciudad».

Síguenos en: Google News Notigram

Últimas Noticias icon arrow right

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Notigram