Un día en la Historia de Durango
Por: Pedro Núñez López
En mis constantes viajes a La Constancia, Durango, “el Güero Reyes” me comento de la cueva la alcancía y planeamos una visita más mi amigo Alberto Martínez se adelantó y realizo un viaje con un grupo de amigos hacia ese lugar, entro en dicha cueva y tomo varios videos muy interesantes el interior de la misma con una profundidad de 7 metros y cuarenta metros de extensión, un lugar muy caliente por su misma situación y que dio origen a la siguiente: La Leyenda de La Alcancía.
Entre el Malpaís y el pueblo de Tuitán se encuentra una colina conocida con el nombre de Cerro de La Conquista, a cuyas inmediaciones existe otra, aún más pequeña, constituida ya por rocas volcánicas y cubiertas de vegetación un tanto bravía, como chaparros, nopales y espinos de varias clases.
En la última de las colinas mencionadas se encuentra una caverna que se denomina la Alcancía en virtud de que su única entrada consiste en un agujero estrecho abierto en la parte superior de la cueva, la cual afecta la forma de un huevo, teniendo un agujero en un extremo, que probablemente comunique con otra cavidad situada debajo.
Cuando el capitán Martin Pérez recorría aquellos lugares en sus luchas de conquista de los Tuitecos y malpases que ayudados por la configuración de aquel suelo tan bien conocido para ellos dieron mucho quehacer a los españoles, y estando acampado en la colina primeramente referida, se le presentó en nombre de los jefes de varias tribus una comisión patentizándole la sumisión de estas, razón por la cual se dio a aquella colina el nombre de Cerro de la Conquista, pues consideraron los españoles consumada la conquista de la comarca con aquel hecho importante,
Paro sucedió que los caciques o jefes de las tribus hablan sometido previamente a la consideración de los suyos la rendición, y con esta no habían estado de acuerdo buena parte de los naturales que sostenían el propósito de luchar hasta expulsar a los Invasores, y los que de tal manera opina ron, tomaron la resolución de obrar por su propia cuenta hostilizando a los conquistadores.
Fue por esto por lo que poco después de que la comisión a que hemos aludido se retiró del cuartel de los españoles y cuando éstos estaban enteramente confiados, cayó de improviso sobre ellos un regular número de indígenas con los que sostuvieron un combate que duró varias horas logrando al fin dispersar a los rebeldes, que huyeron a ocultarse entre los matorrales y escabrosidades de la región breñosa.
Cuentan que en aquel combate se distinguió por su arrojo una joven Indígena que fue de las últimas en huir y que, seguida muy de cerca por un gran número de enemigos, ascendió a la colina de la Alcancía, cueva cuya existencia era desconocida por los españoles. Violentamente sitiaron éstos la colina con la certeza de capturar a la Indita; pero habiendo registrado cuidadosamente el lugar no encontró ni sombra de ella, pues se dice que había una piedra perfectamente adaptable al orificio de entrada de la cueva con una abertura en la parte inferior en donde se ataba una cuerda que servía para descender al fondo de la caverna.
En vista de sus inútiles pesquisas., los españoles regresaron a su cuartel cuando la indígena, creyendo que aquellos se hablan ya retirado, y ansiosa por reunirse con sus compatriotas, salió de la cueva, siendo vista por sus enemigos que después de la consiguiente sorpresa volvieron a sitiar la colina y a registrarla con todo cuidado inútilmente.
Al día siguiente los conquistadores emprendieron la marcha hacia el Norte rumbo a la Hacienda de la Punta, y al pasar cerca de la colina, la indígena apareció de nuevo en la cima, repitiéndose su búsqueda con el mismo fracaso.
Aquello dio origen a la superstición de que era virgen, india también, que protegía la causa de los naturales, y los españoles se retiraron un tanto pensativos y comentando, bajo aquella impresión, la crueldad de arrebatar a un pueblo sus libertades y su propia patria.
Leyenda comentada por «el Güero Reyes» en la Constancia Durango, y confirmada del libro Vive las Leyendas de Durango de Héctor Vela, imagen obtenida del referido libro pág. 85