En medio de los automovilistas detenidos por el semáforo, Martín Díaz empuja su andadera para pedir «una ayuda», casi todos traen cubrebocas, él también. Sabe que son «tiempos de pandemia», pero cree que «cuando a uno le toca, le toca, aunque se quite».
Además, para Martín, de 70 años, quedarse en casa significa no tener dinero para comer.
«Es que yo le tengo más miedo al hambre que a la enfermedad, la enfermedad no nos hace nada si el todopoderoso no quiere», enfatizó.
El informe más reciente de las Naciones Unidas sobre el impacto del COVID-19 en las personas mayores, indica que, ellos tienen más probabilidad de enfermar gravemente si son contagiados, lo que se debe a condiciones médicas propias de su edad las cuales afectan al 66 por ciento de las personas mayores de 70 años.
Pero la realidad es que en las agrupaciones de ayuda asistencial de la ciudad de Durango ha incrementado la cantidad de adultos mayores que buscan apoyo.
Por ejemplo, en la asociación de Mujeres Trabajadoras de Oficios Varios, presidida por Francis Fernández, actualmente brindan alimentos e insumos médicos a 40 personas mayores de 63 años y alrededor de 80 se quedan fuera, ya que los recursos no alcanzan.
«Recibo llamadas de algún vecino: que hay una persona mayor en tal parte, pero a veces queda fuera de nuestras manos», dijo Francis.
Los asilos son otro lugar para encontrar grandes cantidades de personas de la tercera edad, aunque algunos permanecen cerrados por la pandemia. El Hogar «Ancianos Desamparados Nuestra Señora de Guadalupe», ubicado en la calle Cuauhtémoc, es uno de los que no ha dejado de ayudar.
Según informó sor María del Rocío Flores, en lo que va del confinamiento, una paciente fue trasladada a su domicilio por sospechas de contagio, de ahí en adelante no ha habido ningún caso.
Sor María del Rocío pertenece a la congregación Las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, que tiene sedes en diferentes países, por lo que conoce como ha afectado el COVID-19 a los adultos mayores. Platicó que fue en Santo Domingo, República Dominicana, que se presentó un brote por lo que «de aquí mismo de la casa tuvieron que ir allá a auxiliarlas».
Este hogar atiende a 75 adultos mayores, 80 por ciento de los cuales presenta una discapacidad motriz, en tanto que el 75 por ciento no tienen familia, de hecho algunos fueron llevados ahí por personal del DIF.
Aunque «nosotros vemos que no le falte nada, porque aquí todos son igual», aseguró Sor María del Rocío.
Sin embargo, en Durango todavía las residencias no son los principales lugares donde se encuentran los adultos mayores, el cuidado en casa es el que predomina, aunque muchas ocasiones no en las mejores condiciones, ya que la pobreza ha incrementado con la pandemia.
«Algunos sí tienen su familia y andan batallando para lo de sus pañales, pero hay otros que de plano no hay quien los apoye», narra Francis Fernández.
Es el caso de Martín, él no tuvo hijos y su esposa murió hace unos años. Su situación de pobreza es la misma que la que tenía antes de que hubiera pandemia, por eso dice que para él «no ha cambiado para nada… la gente me apoya con despensa».
Pero eso sí, nada de ir al Seguro por sus medicamentos, porque dice que «que tal que me duermen», cuenta que, así le pasó a uno de sus amigos. Estaba enfermo fue al Seguro y ahí murió, «que de Coronavirus».
La activista Francis Fernández, advierte que por la pandemia, la pobreza incrementó e impacta más a niños y personas de la tercera edad. «Es una situación bien alarmante con ellos porque requieren de medicamentos, pañales, aparatos». A Martín, lo atropelló un vehículo hace unos años y desde entonces tiene una discapacidad, pero ni ésta ni la pandemia han evitado que salga a la calle a pedir.
Todos los días, sin importar el color del semáforo de la pandemia, camina poco más de media hora de su casa al centro de la ciudad, en busca de dinero para sobrevivir.
«Aquí es vida porque pues anda andando, si pongo y me quedo en la casa, me tumbo y luego ya no hay nada», comentó Martín camino a un carro azul detenido en el semáforo.