Dejaron de talar pinos para vivir de la cacería y el turismo, fue la transformación del ejido Salvador Allende, ubicado en la sierra de Durango, de explotación forestal para convertirse en una Unidad de Manejo para la Conservación de Vida Silvestre (UMA).
El ejido Salvador Allende se encuentra a 50 kilómetros de la capital duranguense, en terrenos donde inicia la Sierra Madre Occidental.
Jesús Meléndez, ejidatario de esta localidad, compartió para el programa «Aquí hay Campo» cómo se convirtieron en el centro turístico “La Muralla”.
Mencionó que el próximo 19 de marzo de 2024 se cumplirán cincuenta años del decreto que emitió el presidente Luis Echeverría; donde concede 3,223 hectáreas de la abandonada Hacienda de Cajetas a 33 ejidatarios, con el paso de los años, este grupo se redujo.
Quedaron cuatro ejidatarios fundadores, número que creció con los hijos y nietos.
“Estaba con nosotros un señor que venía de la Ciudad de México, se llamaba Ramón Duran y traía muy buenas ideas, él quería un ejido modelo en su desarrollo, que fuera ejemplo en sus instalaciones; gestiono la energía eléctrica y el agua; los cordones de las banquetas y se construyó una plaza; empezó a darle vida al ejido”, expresó.
Para sobrevivir, los ejidatarios inician con el aprovechamiento forestal, ya que se tenía bastante arbolado, había pino para aserradero y se compró maquinaria.
Sin embargo, con el paso de los años se dieron cuenta de que estaban acabando con el bosque y se aventuraron en la búsqueda de una mina que los españoles dejaron escondida en esta parte de la sierra, según cuentan las historias.
Encontraron una cueva, llevaron una máquina y comenzaron a excavar, se toparon con una piedra gigantesca y pensaron que, detrás de ella, estaba el tesoro; lograron moverla, pero tapó el paso a la cueva y decidieron dejar de buscar.
Recordó que la máquina hizo un pequeño abrevadero para juntar agua, eso fue hace 22 años, al paso de los meses regresaron y vieron que bajaban muchos animales como venados, guajolote silvestre y jabalís; fue cuando decidieron registrar la UMA.
“Dimos un giro, cuidamos el recurso natural y llegaron los primeros permisos, los primeros cazadores y un ingreso económico para la comunidad; se ha dado un buen manejo y han aumentado el número de visitantes”, apuntó.
Los mismos cazadores que viajan principalmente de Nuevo León, Zacatecas, Sinaloa y Durango; plantearon a los ejidatarios construir cabañas para tener donde llegar y no tener que estar a la intemperie. Además, dicha infraestructura se ofrece a turistas en general.
Hoy, el ejido Salvador Allende y su centro “La Muralla”, cuenta con un amplio salón para conferencias, dormitorios y cabañas; no solo ofrece cacería de venado, guajolote silvestre y jabalí; también cuenta con senderos, lago y tirolesa. Dejar de talar pinos y ser una oferta turística, ha involucrado a todas las familias de la localidad que ofrecen alimentos, paseos, taxidermia y artesanías. Fue una transformación para cuidar y vivir del bosque.
En la comunidad Salvador Allende son alrededor de 26 viviendas, cuentan con una escuela de educación básica y un campo de beisbol con sus graderías, con sus equipos de diversas edades que compiten en las ligas municipales.
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Por: Antonio Gaytán