La violencia y el consumo de drogas es «la pesadilla» de los habitantes de las colonias de la zona sur de la ciudad de Durango.

Hay por lo menos siete asentamientos que registran un alto uso de drogas legales e ilegales, entre sus niños, adolescentes y jóvenes.

En una de tantas cuchillas un grupo de adolescentes, de entre 13 y 17 años, comparte una caguama en la banqueta. Primero no quieren admitir su edad, pero luego entre risas dicen la verdad, aunque preguntan si se trata de una entrevista de la policía. A lo lejos se escucha que temen que sus familiares los vean y los lleven al «anexo».

Los vecinos de esta área constantemente denuncian que algunos jóvenes, incluso niños, acompañan la caguama con marihuana, resistol y cemento.

Las colonias ubicadas en esta zona, las cuales presentan este problema son: División del Norte, Asentamientos Humanos, Juan Lira, Constitución, Diana Laura, Ejidal, Arroyo Seco y Dolores del Río.

«La verdad es una pesadilla, vivir así», dijo Victoria, madre de familia. Tiene 32 años y es mamá de dos adolescentes, ambos con problemas de adicción.

«Yo hasta la fecha tengo miedo porque he visto muchos casos de que ya el hijo ya mató…», dice preocupada.

Victoria vive en la colonia Dolores del Río, rodeada de la Diana Laura, Constitución, Arroyo Seco, quisiera irse de aquí pero por el momento no tiene la posibilidad.

«La verdad es una perdición, es una colonia maldita», advierte la madre entrevistada justo el día en el que uno de sus hijos recayó, luego de tres meses de rehabilitación.

Aquí en la Dolores del Río, «los niños no pueden salir con libertad, ni a jugar, porque ya andan ahí locos ya andan drogados, insultando», relató.

La situación en este hogar, con dos personas con problemas de adicción, es triste, admite la señora, quien ha tenido que sobrellevar las recaídas de sus hijos. No obstante, no es el único hogar, dice Victoria que en todos lados hay niños desde ocho o 10 años que se drogan con solventes.

Recuerda como su hijo se «veía cambiado» cuando salió de rehabilitación. «Todo marchaba muy bonito, mi hijo me decía palabras que nunca lo había escuchado decirme, hacía dibujos».

Pero la adicción a drogas no es el único problema, la violencia en casa y en las calles es permanente. Peleas, agresiones y diversas formas de abuso se observan a diario.

Los niños son testigos de diferentes hechos violentos. El hijo más pequeño de Victoria, narra que un sábado reciente vio como golpeaban a un hombre. «Llegaron y tumbaron al señor y le siguieron», afirmó que son hechos recurrentes, «casi todos los sábados».

Las consecuencias de estos problemas en la zona sur, son historias como la de David, de 14 años, quien admite su adicción a los solventes.

«Yo veía a la gente que consumía también droga, duré como dos años, consumía mota y resistol», platicó.

Acepta que tiene dificultades para dar su testimonio pero insiste en un mensaje dirigido a las personas que ya acudieron a rehabilitación: «no vayan a recaer, porque se siente feo».

La desesperanza es un sentimiento latente en las calles y hogares de ésta zona, donde quizás la mayoría sueña con vivir en otro lugar, «uno mejor». Aunque reconoce que «a donde vaya uno, el problema seguirá, porque en todos lados es igual y más si como dicen, ya tiene la espina clavada», se refiere así a la adicción de sus hijos.