Por: Pilar Aguilar
Durango, Dgo.- En la sala de su casa, mientras que su esposa María del Rosario y algunos de sus nietos miraban en el televisor un programa de caricaturas, con frases pausadas, amablemente Gabriel nos compartió las circunstancias que influyeron para convertirse en periodista.
A quienes miles de personas durante décadas han leído en la nota roja de El Sol de Durango, vio su primera luz el 24 de Marzo de 1947, estudió su educación primaria en la escuela Miguel Hidalgo y su secundaria en el Instituto Tecnológico de Durango (ITD).
Hasta antes de que visitara en su centro laboral a sus primos Jesús Avendaño Barrera y Pablo Hernández, Ontiveros Barrera no tenía ni la más mínima idea de lo que era un texto, mucho menos lo que significaba el periodismo.
Sin embargo, desde la primera vez que observó el trabajo de esos parientes, justo en la imprenta comercial de la entonces Compañía Periodística García Valseca, propiedad del Coronel José García Valseca, ahora Organización Editorial Mexicana (OEM), como que Gabriel se sintió atraído por ese oficio estar cerca de Jesús o Pablo, ya que se la pasaba a todo dar con ellos, o debido a que le agradaba verlos desempeñar sus labores, el caso es que Ontiveros Barrera desde que estudiaba la primaria y luego la secundaria, los visitaba frecuentemente.
Ese establecimiento se encontraba por las calles Canelas y Francisco I. Madero, donde ahora es la tienda Coppel, pero en ese entonces, como buena referencia, estaba de la cantina denominada «La India Bonita», de eso se acuerda muy bien nuestro amigo y colega.
Regularmente, eran los sábados los días que Gabriel permanecía más tiempo en esa imprenta y en compañía de sus primos, a los que admiraba por la rapidez con la que formaban las frases con el tipo movible, es decir, letra por letra, al tiempo que veía realizar las impresiones en las diferentes prensas que ahí existían.
Al terminar su secundaria, aquél jovencito consiguió un empleo en un taller de herrería, pero continuó visitando a sus primos y un buen día, de pura curiosidad, por medio de Chuy, le solicitó empleo al señor Alberto Segovia, que era el gerente y para su sorpresa, le fue concedido de forma inmediata.
Es así como, “de pura puntada”, sin imaginárselo siquiera, Gabriel Ontiveros Barrera comenzaría desde abajo, su carrera de periodista, pues si bien es cierto que durante algunos años se la pasó en esos talleres, donde aprendió los trabajos propios de la imprenta, como el oficio de prensista, su espíritu de superación lo hizo ir más adelante.
Consciente de que en esa área había dado todo lo que tenía que dar, también con la “palanca” de Chuy, pero con la satisfacción del deber cumplido en esa etapa, contactó al subdirector de El Sol, don Rodolfo Sánchez, un hombre que apoyó a muchos que fueron y son grandes periodistas, al que le solicitó una oportunidad para ingresar a la reporteada.
Al verle las ganas de superarse, el señor Sánchez no lo pensó dos veces y lo designó, para empezar, ayudante de radioperador, es decir, el encargado de estar al pendiente del Teletipo, aparato al que llegaba escrita información nacional e internacional emitida por agencias de noticias o por las corresponsalías de la propia compañía periodística.
Posteriormente, le dieron la responsabilidad de enviar por ese mismo medio a la capital del país, las noticias más importantes generadas en esta entidad, para ser insertadas en El Sol de México o en otros periódicos de la misma empresa que se editaban en distintas entidades de la República.
El siguiente puesto que ocupó, fue el de radioperador, pues había dejado de ser ayudante y en ese entonces tuvo la oportunidad de codearse con los reporteros estrellas de la época, como Emilio Matar, Fernando Meraz Mejorado, Jorge “Lupo” Salazar, Armando Mendívil, Antonio Norman Fuentes, al que considera uno de sus primeros maestros.
Después de esa tarea, Ontiveros Barrera se convirtió en reportero de guardia y aunque lo fuerte de ese trabajo era cubrir la nota roja de las siete de la tarde a las once de la noche, había que escribir de otro tipo de eventos, como, por ejemplo, las huelgas universitarias que en este tiempo eran muy comunes y algunos acontecimientos de Gobierno de última hora.
Durante los últimos 30 años, Gabriel trabajó bajo las órdenes de varios Directores, como José H. Colomina, Juan Rodríguez, Daniel Ramos Nava, Antonio Díaz Piña, Juan Alvarez Montes y Joaquín Martínez Garza.
De todos ellos, el señor Ramos Nava durante algún tiempo hizo el intento de sacarlo de la información policiaca, incluso varias temporadas lo comisionó para que cubriera fuentes generales, solo que repentinamente fue suplido por Álvarez Montes y todo quedó en buenas intenciones, por lo que continuó como reportero de la nota roja.
Aunque a nuestro entrevistado, como a muchos otros periodistas le tocó vivir y cubrir la pasada guerra entre grupos delictivos y estos contra instituciones de seguridad, aseguró que de vez en cuando si vio en riesgo su integridad física durante la cobertura de algún enfrentamiento, pues podría ser alcanzado por una bala perdida, pero no porque que alguien quisiera lastimarlo a propósito.
Y es que considera que el reportero policiaco, con su manera de trabajar se construye su propia seguridad y en lo que a él respecta, simplemente no se compromete con nadie ni agrede a ninguna persona, se comporta institucionalmente y procura respetar, para que lo respeten.
Ontiveros Barrera, es uno de los pocos periodistas empíricos que queda, de esos que su universidad fueron los talleres y su maestría la hicieron en las redacciones, pero que en base a los cursos de superación, se fue perfeccionando y que es tan competente como cualquiera, al grado de que su labor ha sido reconocida por la organización de periodistas nacionales.
Como testimonio de su profesionalismo, ahí están sus notas diarias aparecidas desde hace más de cuatro décadas en El Sol, las que durante todo ese tiempo han leído los duranguenses, pero también, los reconocimientos y diplomas que ha recibido de la OEM.
Entre tantos eventos violentos, Ontiveros Barrera cubrió la fuga del Cereso el 30 de Septiembre de 1983, cuando a sangre y fuego salió de ese penal Marcos Arturo Beltrán Leyva, a quien sus colegas de reclusión llamaban “Marquitos”, posteriormente apodado «El Jefe de Jefes», y otros reos, como Emilio Guzmán Loera, hermano de «El Chapo», Juan Nepomuceno Hernández, “El Chenillo”, José “Chepe” Coronel, Santiago Leal Coronel y otros más.
Durante el diálogo, recuerda haber entrevistado a varios titulares de la Policía Judicial del Estado (PJE), que a lo largo del tiempo ha cambiado de nombre, como a Arturo González Anguano, Jaime García del Toro, Jesús Quiñones Ruiz, Gustavo Rivera Ramos, Fidel Arteaga Valdez, José Durán Valenzuela, Antonio Díaz de León Cardona, Sergio Núñez Castro, Héctor Romero Flores, Noel Díaz Rodríguez, Oliverio Reza Cuéllar, Héctor Raúl Obregón Almodóvar, Eulalio Aldama Enríquez, Rosauro Meza Sifuentes, Juan Rafael Rosales Sida, Mario Montaño Huerta, etcétera.
A sus 67 años de edad, nuestro entrevistado, aunque le da gracias a la vida por haberle dado la oportunidad de ejercer y disfrutar el periodismo, ya piensa en el retiro, para estar más tiempo con su familia, con su esposa María del Rosario, con sus hijos Hilda, Gabriela, Aracely, Suhey y Gabriel.
Pero en especial, con los 10 nietos que estos le han regalado, como son: Francisco, Jéssica, Alberto, Jared, Valeria, Ricardo, Jaciel, Azael, Daniel y José María, algunos de los cuales estuvieron presentes durante la entrevista, como queriendo participar en el diálogo que sostuvimos.
Esta conversación se llevó a cabo en el año 2013, un año posterior Ontiveros Barrera cumplió su propósito, se retiró del medio periodístico para regresarle a sus seres queridos todo el tiempo que les robó por dedicarlo a su trabajo, solo que aunado a esto su salud se empezó a deteriorar.
Pero además, hace un año cuatro meses la compañera de toda si vida dejó de existir, con la que se fue a reunir pues luego de que el martes sintió un dolor en el pecho, sus hijos lo trasladaron al hospital del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), donde le diagnosticaron un infarto que le quitó la vida el amanecer del miércoles.
Con la lamentable partida de Gabriel Ontiveros Barrera, se va también uno de los pocos reporteros empíricos duranguenses, de los que no estudiaron ni se titularon en ninguna universidad, sino que empezaron desempeñando alguna labor en determinado medio y ahí descubrieron su verdadera vocación del periodismo.
Por cierto, el recién fallecido ya está al lado también de otros que se adelantaron en el camino y que laboraron en la misma empresa, como Juan Nepo Romero, Julio Carlos Láinez Rojas, Fernando González Tovar, Maricela Olvera Pérez, Mayela Gallegos Aguilar, Fernando Gaytán serrano y sus hijos Fernando, Rafael y Roberto Gaytán Macías, así como otros más… Descanse en Paz.