Los acomodaticios de la política y de la vida (Primera parte)
22/12/2023 - Hace 12 meses en DurangoLos acomodaticios de la política y de la vida (Primera parte)
Por: Gilberto Jiménez Carrillo
El acomodaticio es aquel que se adapta a cualquier circunstancia, aun en contra de los principios morales que declara con tal de sacar provecho y disfrutar de una situación cómoda. Los acomodaticios saltan, brincan y bailotean tironeados como títeres por las cuerdas invisibles de una ambición en subasta para el mejor postor. Se tuercen y retuercen y gritan y llaman la atención y firman desplegados de apoyo o de condena –según el caso— y desde los puestos logrados alzan la voz en espera de la atención del poder máximo a quien halagan con proclamas de desesperante insistencia. Son capaces de actuar en el sentido inverso de la alquimia medieval cuyo fin era trocar en oro los metales pesados; ellos modifican todo en su entraña misma, cambian virtud por pecado, valores por vicios, seriedad por hilarantes muestras de humillante conducta. A base de corromperse, también corrompen el entorno y las instituciones. Investidos de una dignidad aparente en medio de la plena auto justificación total y por tanto imaginaria, se pasean por los salones de sus propias traiciones como si el mundo no los mereciera. Caminan con los pies un metro detrás de su inflamado pecho donde sueñan lucir las condecoraciones por los servicios prestados a la patria.
Los acomodaticios son danzarines autóctonos o de reconocido linaje en rancias crónicas de sociales y acreditadas columnas políticas. Acostumbrados a bailar al son que se les toque, cambian de traje, de siglas, de ideales con increíble frialdad y oportunismo. Transformistas permanentes, dotados de asombrosa agilidad, causan admiración por los intrépidos saltos a que se atreven para pasar vertiginosamente de un partido a otro. Mimos naturales, tienen por tótem al camaleón. En la mañana son tricolores, en la tarde blanquiazules y, en la noche amarillentos o morenos. Los acomodaticios se diluyen, se pierden en la oscuridad. Los acomodaticios saben esperar pues jamás se comprometen. Ellos están bien con Dios, pero, por si acaso, le rinden culto al diablo. Artífices del aplauso, de la lisonja, de la artificial sonrisa, pululan con las orejas paradas en restaurantes, cafés, peluquerías, bares, sindicatos, supermercados y cualquier otro centro de reunión en el que sus sensibles antenas les indiquen la orientación segura a sus insatisfechas ambiciones.
Los acomodaticios sueñan, anhelan y velan. Poseedores de la hábil cualidad de aprovechar el tiempo, son los oportunos en ocupar las primeras filas en cualquier espectáculo donde su presencia sirva de escaparate o de anuncio de servidumbre o lealtad. A ellos lo mismo se les encuentra en la sala de espera de las terminales aéreas que en las antesalas de funcionarios públicos de alta o menor jerarquía. Lo mismo es un mitin de apoyo que en las honras fúnebres de algún político o pariente próximo o lejano de precandidatos en turno. Zalameros incorregibles, hacen notar su presencia bailando al ritmo cilindrero de verbenas populares. Carentes de dignidad son indiferentes al rechazo. Para ellos, el fin justifica los medios. Lo saben, lo han experimentado, pero no importa, pues creen que algún día llegarán.
Los acomodaticios son aves rapaces con elegantes ínfulas de pavo real. Creadores de plataformas políticas ficticias, de confederaciones inexistentes, de agrupaciones fantasmas, portan como carta credencial la abierta y descarada aspiración a ocupar un escritorio o de pérdida la intendencia de algún servicio público. Los acomodaticios son plantas parásitas que sin abono alguno se reproducen en épocas preelectorales. Su alimento es el cinismo, la falta de escrúpulos y las insoslayables ganas de figurar en alguna nómina oficial. Se avecina la temporada de chapulines donde los protagonistas serán los políticos acomodaticios que, sin importar el partido al que pertenezcan, se moverán al ritmo que les toque el mejor postor. Los acomodaticios ahí están, usted y yo y todos los conocemos.
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