Robert Cornish, el científico que intentó resucitar a los muertos con un columpio
13/09/2022 - Hace 2 años en InternacionalRobert Cornish, el científico que intentó resucitar a los muertos con un columpio
Robert Cornish era conocido como el científico loco de los años 30, quien tenía como objetivo resucitar a los muertos con un artefacto parecido al columpio.
El científico Robert Cornish no era muy bien visto ante la sociedad a raíz del hecho de querer resucitar a los muertos, pues iba en contra de la moral de esa época.
Historia de Cornish
Robert Cornish nació el 21 de diciembre de 1903 y falleció en 1963.
Demostró su capacidad intelectual al graduarse a muy temprana edad de la universidad, como reseñan medios internacionales. Con 18 años obtuvo el título de biólogo de la Universidad de California y cuatro años más tarde alcanzó el doctorado.
Al inicio, una de sus grandes ideas era desarrollar una especie de gafas para leer bajo el agua. Sin embargo, de manera repentina, decidió revivir a los muertos declarados clínicamente.
El científico de 22 años quien ya contaba con un doctorado, se sintió atraído por algo que hasta este día no se ha podido lograr, la resurrección.
Columpio resucitador
Robert Cornish ideó un sistema en el que fijaba un cadáver de un individuo, fallecido recientemente y sin lesiones físicas, a una especie de plano inclinable en varias posiciones (básicamente se trataba de un columpio basculante de parque infantil).
Lo movía de arriba y abajo, era posible hacer que la sangre circulara de nuevo, por lo que ayudaría a que se reactivaran las funciones cerebrales y cardiacas.
Primeros experimentos
Al inicio, trtaba con personas ahogadas y a las que les habían dado infartos, sin embargo, no tuvieron mucho éxito.
No obstante, Robert aseguraba que les volvía el color en los rostros pálidos e incluso, etectó alguna señal de pulso.
Por lo que decidió mejorar el sistema en peros que sacrificaba inyectándoles coagulantes y estimulantes justo antes de «columpiarles».
Sorpresivamente se obtuvieron resultados, ya que algunos canes resucitaron y llegaron a sobevivir meses, sin embargo, tenían daños cerebrales y ciegos.
Estuvo ‘perfeccionando’ su técnica hasta que, a mediados de la década de 1930, anunció que había revivido a otros dos caninos, llamados también Lázaro.
“Un segundo perro es resucitado”, tituló en ese entonces la revista científica ‘Modern Mechanix’.
Según los datos compartidos en esa publicación, había logrado traer de la muerte a los animales en alrededor de una hora y media.
Por lo que posteriormente, decidió applicar su teoría en personas.
Resurrección de un preso
Robert Cornish no tuvo que buscar candidatos, pues Thomas H. McMonigle, era un preso condenado por por abuso y homicidio de menores.
A lo que escribió una carta en 1947 y se ofreció para los experimentos.
El sujeto ya tenía fecha para su condena a muerte, pero quería que después de la ejecución el biólogo hiciera lo posible por devolverlo a la vida.
Cornish tenía esperanzas de que autoriades penitenciarias le otorgaran el permiso para manipular el cuerpo del criminal tras ser sometido a la cámara de gas.
Sin embargo, no le dieron acceso, ya que se creía que el preso podría revivir y ser libre, pues ya habría cumplido su condena de muerte.
Cornish también desistió de sus planes porque algunos colegas y organizaciones lo habían criticado. Poco a poco su obsesión lo llevó a estar ‘en el ojo del huracán’ de las críticas científicas.
De resucitador a vendedor de cremas dentales
Tras no convertirse en el resucitador que esperaba, terminó en un particular negocio que encontró en medio de sus experimentaciones.
Por lo que se terminó dedicando a vener una crema dental que le habría resultado de su curiosidad en el laboratorio.
“Sus propuestas de devolver la vida a los asesinos ejecutados lo convirtieron en el centro de un furor médico, legal y ético”, dijo el diario ‘The New York Times’ el 8 de marzo de 1963, cuando se anunció su fallecimiento, a los 60 años.
Te puede interesar: Mató a su novia con un hacha y se convirtió en el primer ejecutado en la silla eléctrica