Perder el tiempo es ganar vida
¡Tengo mucha prisa, mucha prisa! decía el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas. Este simpático e icónico personaje simboliza como nadie la imagen de esa dolencia que define a muchos: la de la «hiperocupación». Admitámoslo, siempre tenemos algo que hacer, siempre estamos ocupados mirando el reloj y con la indefinible angustia de no poder llegar a nuestras obligaciones.
Este tipo de comportamientos se alimentan además de la «hiperresponsabilidad» y la autoexigencia. Hay que cumplir rápido y hay que hacerlo a la perfección, dos dimensiones que sin duda nos abocan al abismo de la ansiedad y a esos estados psicológicos tan desgastantes.
La cultura de la productividad y de la perfección, ha hecho que nos sintamos culpables por el mero hecho de darnos un tiempo donde «no hacer nada». A veces, hasta intentando disfrutar de unas merecidas vacaciones, nuestra mente nos tortura con esos pensamientos sobre todas las cosas que, supuestamente, deberíamos estar haciendo.
Regálate tiempo, obséquiate con la vida
A veces, perder el tiempo no te quita nada; todo lo contrario: te da la vida.Pensemos en ello, es momento de eliminar de nuestra mente «los debería y los tengo que». Es el instante idóneo para permitirnos ser niños de nuevo, dejándonos llevar por el aburrimiento, incluso por esa dimensión donde surge por fin la voz de nuestro ser interno sintiéndose libre, relajado y hasta juguetón.