En Bahía de Banderas, uno de los puntos clave para la reproducción y crianza de las ballenas jorobadas en el Pacífico mexicano, la presión del turismo masivo representa un desafío significativo para la conservación de estos mamíferos marinos.
Actualmente, cerca de 200 embarcaciones turísticas operan en la bahía ofreciendo servicios de avistamiento de ballenas, una actividad regulada por la Norma Oficial Mexicana NOM-131-SEMARNAT-2010. Sin embargo, según la doctora Rosa María Chávez Dagostino, investigadora del Departamento de Ciencias Biológicas del Centro Universitario de la Costa (CUCosta) de la UdeG, estas normas no siempre se cumplen.
Aunque la norma establece una distancia mínima de 60 metros entre las embarcaciones y las ballenas, el deseo de los turistas de observar a los cetáceos de cerca a menudo lleva a los operadores a transgredir esta regulación.
“Los turistas quieren ver muchas ballenas y acercarse lo más posible, independientemente de su origen o nivel educativo. Esto altera el comportamiento natural de los animales, provocándoles estrés y afectando procesos como la alimentación de las crías”, señaló Chávez Dagostino.
Durante la temporada alta, que va de diciembre a abril, se realizan en promedio 920 viajes diarios, lo que incrementa el riesgo de colisión con las ballenas. Además, la especialista advierte que el ruido de los motores podría interferir en la comunicación acústica de los mamíferos marinos, esencial para su navegación y comportamiento grupal.
Bahía de Banderas es un destino privilegiado para las ballenas jorobadas, que llegan tras largas migraciones para aparearse, parir y criar a sus crías. La bahía ofrece un hábitat único: aguas cálidas, zonas someras para el cuidado de las crías y áreas profundas para actividades reproductivas.
“La migración de las ballenas a esta zona es un proceso que ocurre desde hace miles de años. La bahía reúne condiciones ideales por su profundidad, temperatura y características geográficas”, explicó Chávez Dagostino.
La investigadora subraya la importancia de respetar la normativa para minimizar los impactos negativos en las ballenas. Además de evitar la cercanía excesiva, es crucial limitar el número de embarcaciones en el área y concientizar tanto a los turistas como a los operadores sobre la importancia de estas medidas.
“La protección de las ballenas no solo beneficia a los mamíferos marinos, sino que asegura la continuidad de esta actividad turística, vital para la economía local”, concluyó.
La preservación de Bahía de Banderas como un santuario para las ballenas jorobadas requiere un esfuerzo conjunto entre autoridades, operadores turísticos y visitantes para garantizar que el avistamiento se realice de manera responsable y sostenible.