El cultivo de agave, la planta que da origen al tequila, se ha expandido de forma descontrolada en los últimos años, provocando la destrucción de ecosistemas vitales y el desplazamiento de otros cultivos. Los expertos piden una regulación y alternativas más sostenibles para esta actividad económica y cultural.

El tequila es una de las bebidas más representativas de México, que se elabora a partir del agave azul, una planta suculenta que crece en las zonas áridas y semiáridas del país. El paisaje agavero del tequila, que comprende 34 mil 658 hectáreas de cultivos en el estado de Jalisco, fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 2006, por su valor histórico, social y estético.

Sin embargo, la creciente demanda de tequila, tanto a nivel nacional como internacional, ha impulsado la expansión de las plantaciones de agave en otros estados, como Guanajuato y Michoacán, donde se sustituyen bosques, selvas y cultivos tradicionales por monocultivos intensivos que requieren fertilizantes e insecticidas.

Según el Consejo Regulador del Tequila (CRT), en los cinco estados con denominación de origen del tequila hay 413 mil 870 hectáreas de cultivos de agave distribuidas en 173 municipios. En 2017, hubo 29 millones de plantas disponibles y cinco años después, en 2022, la cifra aumentó a 375 millones de plantas.

Por un lado, la pérdida de ecosistemas naturales como el bosque tropical o la selva baja reduce la biodiversidad y la capacidad de absorción del dióxido de carbono, uno de los principales gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global.

“Quitamos masa forestal que ayuda a frenar o a mitigar los efectos de la crisis climática, bosques que te permiten reducir las temperaturas, eso va a hacer que el cambio climático se sienta más fuerte”, explicó Pablo Montaño, coordinador de la organización Conexiones Climáticas.

Las características de su flora y su fauna hacen que el bosque tropical, conocido también como selva baja, sea uno de los ecosistemas que más resistencia tendrá a los efectos del calentamiento global.

Pero al destruirlo e imponer monocultivos se rompen los ciclos ecológicos que dependen de ellos y se favorece la erosión y la contaminación del suelo.

Por otro lado, la sustitución de cultivos básicos como el maíz por el agave afecta a la soberanía alimentaria y a la economía de los campesinos, que dependen de los precios y las condiciones impuestas por las grandes empresas tequileras.

“Se transforma un territorio en donde lo que se quiere es producir lo mayor posible, en el menor tiempo y espacio posible y esto solamente se puede lograr con fertilizantes, con insecticidas, con todo lo que sustituya eso que hacía el ecosistema”, afirmó Dánae Cabrera, ecóloga que estudia el tema.

Los especialistas coinciden en que es necesario regular el crecimiento del cultivo de agave y tequila además de  promover prácticas más sostenibles que respeten la diversidad biológica y cultural de México

Algunas alternativas son el uso de coberteras sintéticas o secas para controlar las malezas, el trasplante cuidadoso para evitar dañar las raíces, el aprovechamiento integral del agave para generar biocombustibles o bioplásticos, o el desarrollo de sistemas agroforestales que combinen el agave con otras especies fijadoras de nitrógeno como el mezquite o la acacia.

“Hay que buscar un equilibrio entre lo que se produce y lo que se consume, entre lo que se exporta y lo que se queda aquí, entre lo que se gana y lo que se pierde”, concluyó Cabrera.

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