Donde el tiempo no existe: los rincones del mundo que prefieren vivir sin relojes
21/04/2025 - Hace 4 horas en MéxicoDonde el tiempo no existe: los rincones del mundo que prefieren vivir sin relojes

En casi cualquier parte del mundo, vivir sin saber la hora puede parecer impensable. La vida está medida en horas: la alarma para despertar, el horario de trabajo, el tráfico, las reuniones, la comida, la cena y el descanso. Sin embargo, en medio de esta rutina cronometrada, hay lugares que han decidido borrar el tiempo de su día a día, no por desorganización, sino por elección. Y lo hacen para recordarnos algo muy sencillo, pero olvidado: que no estamos hechos para correr todo el tiempo.
Uno de los casos más curiosos y populares de esta filosofía ocurre en ciudades cosmopolitas como Moscú y Londres, donde existe el concepto del Freetime Café. A simple vista, parecen cafeterías normales. Pero su modelo es único: los clientes no pagan por lo que consumen, sino por el tiempo que pasan allí.
Lo paradójico es que, aunque el tiempo es la "moneda" en estos cafés, no hay ni un solo reloj a la vista. La intención es desconectar a los visitantes de la obsesión por las horas, para que puedan simplemente estar: leer, conversar, trabajar con calma o relajarse. Cuando terminas tu estancia, es el personal quien calcula el tiempo y te da la cuenta.
Este modelo resultó ser un oasis para quienes sufren el ritmo acelerado de la vida urbana. Y aunque suena contradictorio cobrar por tiempo, pero ocultar los relojes, el concepto cala profundo porque invita a reconectarnos con el momento presente.
Lejos del bullicio de las ciudades, en un rincón de la República Checa, se encuentra el monasterio de Nový Dvůr, habitado por monjes trapenses. Aquí no hay relojes personales ni horarios rígidos con horas exactas. Todo el ritmo de vida se organiza por campanadas, que marcan cuándo rezar, trabajar, comer o descansar.
Para estos monjes, vivir sin reloj no es una moda, sino una forma de entregar el día a lo sagrado. La campana no marca las 6:00 a.m., sino que indica el comienzo del rezo matutino. No hay almuerzo a la “una en punto”, sino cuando es el momento indicado por la vida comunitaria. En este entorno, el tiempo deja de ser una línea recta y se convierte en un círculo de devoción y presencia.
Otro ejemplo se encuentra en los retiros de meditación Vipassana, que existen en varios países del mundo, incluido México. En estos espacios, quienes ingresan deben entregar sus relojes, celulares y todo dispositivo electrónico. La idea es clara: perder la noción del tiempo para profundizar en la consciencia del ahora.
Durante diez días o más, los participantes se sumergen en el silencio, sin saber si son las 7:00 a.m. o las 4:00 p.m. Las actividades están marcadas por sonidos suaves o campanas, pero no por una hora fija. Este "despertar sin hora" es, para muchos, un redescubrimiento de su mundo interior.
No todos los casos de vida sin reloj están ligados a decisiones espirituales o modelos de negocio. Algunas pequeñas islas del Pacífico Sur simplemente no tienen un huso horario oficial. Sus habitantes “viven con el sol”, guiándose por el amanecer, el calor del mediodía o el momento en que el mar se oscurece.
En estas comunidades, el reloj no manda. Se come cuando hay hambre, se trabaja mientras hay luz, se descansa cuando cae la noche. Lo que para el mundo moderno puede parecer ineficiencia, para ellos es armonía con la naturaleza.
La pregunta es inevitable: ¿por qué alguien elegiría no saber la hora en pleno siglo XXI?
La respuesta va más allá de la simple desconexión. Muchos de los lugares y personas que viven sin relojes aseguran que liberarse del control constante del tiempo les permite vivir con más calma, consciencia y libertad. Al no estar constantemente “corriendo contra el reloj”, redescubren su propio ritmo interno, algo que la sociedad moderna ha silenciado.
Además, vivir sin saber qué hora es ayuda a reducir el estrés, mejorar la concentración y fomentar la conexión interpersonal, ya que deja de importar si “sólo tengo 10 minutos” y se empieza a valorar realmente el momento compartido.
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