APUNTES… Consecuencias políticas de la austeridad
Por: Guillermo Fabela Quiñones
Contra los pronósticos de hace dos años, los problemas al interior del régimen de la Cuarta Transformación (4T) revelan que la apuesta de los estrategas de la cúpula empresarial, está saliendo tal como la pensaron. En el primer tercio del sexenio, el desgaste del presidente López Obrador es de tal magnitud que ambas cámaras del Congreso, luego de los comicios de junio, debían estar conformadas por una repartición favorable a sus intereses, de tal modo que para los dos tercios siguientes estaría garantizado el rumbo del Estado sin riesgo alguno para la cúpula empresarial. Así va a suceder.
Se habrá conseguido el objetivo de apuntalar el régimen neoliberal, sin todo el lastre que se acumuló en los 40 años de liderazgo de los tecnócratas a su servicio; asimismo, se acabará la amenaza del líder social dispuesto a realizar cambios progresistas de manera pacífica, al extremo de cambiar el modelo porque contaría con el apoyo popular, que ninguna fuerza política tendría posibilidad de cuestionar. Ahora vemos que no es así, pues la élite que mantiene las riendas del poder económico sabe que no hay condiciones para que la realidad social y económica cambie.
Trivialización del Congreso sin temor al ridículo
Esto se confirmará en los comicios de junio, cuando la Cámara de Diputados sea una mezcolanza de colores partidistas que no permitirá definir ninguno, en primerísimo lugar Morena, que quedará como un cielo crepuscular impregnado de todas las tonalidades del arcoíris. En el recinto parlamentario por antonomasia se escucharán todo tipo de diatribas, acusaciones, reclamos, improperios, llenos de indignación pero carentes de propuestas sensatas que propicien cambios de fondo. Habrá ganado el modo de hacer “política” del partido verde: la trivialización sin temor al ridículo.
Esto explica el silencio de los grandes magnates, antes tan temerosos de lo que pudiera ocurrir si el Presidente siguiera por el camino que prometió durante su campaña y en los primeros discursos como mandatario. Nada de esto ha ocurrido, ni menos ocurrirá en el resto del año, cuando lo fundamental para aquellos y el mandatario es no hacer olas que llegaran a convertirse en tsunami. Mientras todo sea controlable, como los descontentos de Morena que pronto fueron acallados, no importa que la Cuarta Transformación se siga deshaciendo, como nieve bajo el sol.
La austeridad pegó fuerte en las clases medias
El presidente López Obrador está seguro de que así seguirán las cosas, convencido como está de contar con los más de treinta millones de votos que logró en los comicios del 2018. Que su marca “Ya sabes quién” no ha perdido prestigio, que sigue siendo un baluarte contra el conservadurismo, según su particular punto de vista. Pero la realidad que se vive en las calles patentiza que tal “producto” está perdiendo la confianza del “consumidor”, en especial sectores de clase media que esperaban dejar atrás las condiciones de estancamiento heredadas del salinismo.
No ha sucedido así, sino al contrario, pues la austeridad pegó fuertemente en las clases medias, problema que se incrementará en las semanas y meses venideros, como se advierte por el aumento de la inflación más de lo previsto por la autoridad hacendaria y el Banco de México. La Secretaría de Hacienda reportó recientemente a la Cámara de Diputados que por la extinción de 109 fideicomisos se liberaron 132 mil 229 millones de pesos, pero no estarán disponibles hasta que finalice el proceso de cierre. Por otro lado, se dio a conocer que los adeudos al Servicio de Administración Tributaria (SAT) suman más de un billón 48 mil millones de pesos, pero más de la mitad de esta cifra “está en litigio”.
En resumen, se cuenta con mucho dinero por la austeridad, pero el disponible se está gastando en las obras prioritarias del Presidente, cuyos beneficios se verán en el largo plazo. Mientras las clases mayoritarias ven derrumbarse su anhelo de salir al fin de la pesadilla neoliberal. ¿Cómo suponer que esto no se habrá de reflejar en las urnas? Pero suponiendo que no fuera el caso, ¿no tiene asegurada la oligarquía su ventaja en el Congreso con las fuerzas populares derrotadas por el pragmatismo del mandatario? ¿Será que esa fue su estrategia desde un principio?
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