APUNTES… En la línea divisoria de la transformación
22/10/2020 - Hace 4 años en MéxicoAPUNTES… En la línea divisoria de la transformación
Por: Guillermo Fabela Quiñones
Es incuestionable el imperativo de transparentar los fideicomisos que al paso de los sexenios se fueron acumulando hasta sumar más de cien y llegar a ser un presupuesto paralelo al gasto público. Lo cuestionable es que tal medida se haya tomado después de casi dos años de ejercicio presupuestal mediante una estrategia económica propia del neoliberalismo: Recortes al gasto público con la justificación de una austeridad republicana, la cual lamentablemente se agravó con la pandemia del COVID-19, afectando aún más a las clases mayoritarias.
Este es el fondo del tema, y del innecesario enfrentamiento que se dio en el Congreso, pues se pudo haber evitado si los pasos a seguir se hubieran hecho como lo mandaba el compromiso de acelerar condiciones concretas para que el pueblo, y el propio sector público, dejaran atrás la pesadilla neoliberal. No se hizo así, como lo afirmó el exsecretario de Hacienda, Carlos Urzúa, al renunciar a esa responsabilidad, señalando la intromisión en la toma de decisiones por parte del poderoso jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, interlocutor con la cúpula oligárquica.
Al paso de los casi dos años en Palacio Nacional, el presidente López Obrador, en vez de afianzar su proyecto de nación parece estarlo debilitando, como se advierte en hechos objetivos que se resumen en el reconocimiento que la junta de Gobernadores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI), hicieron al titular de la Secretaría de Hacienda, Arturo Herrera, el jueves pasado, al nombrarlo presidente de dicha junta durante el año 2021. La ratificación se hará el 4 de noviembre.
En el contexto en que se hace tal nombramiento, de plena crisis del neoliberalismo, no es para enorgullecerse como sí fue el caso en 1956, cuando igual reconocimiento se hizo a México en el entonces secretario de Hacienda, Antonio Carrillo Flores, por los primeros avances de una política económica de crecimiento anual sostenido de más de seis por ciento, la cual se prolongó dos décadas bautizadas como “milagro económico”, que culminaron con un país sin deuda externa, finanzas públicas realmente sanas y firme rectoría económica del Estado.
En este momento, se reconoce la disciplina del régimen de la Cuarta Transformación (4T) en seguir los lineamientos de ambas instituciones causantes de la pesadilla neoliberal. El mensaje es que se sienten satisfechas del buen comportamiento de un Gobierno que llegó al poder con la promesa de establecer nuevas reglas de juego en materia económica y financiera. Luego de casi dos años de ejercicio gubernamental, están convencidas de que no corren peligro alguno sus estrategias fundamentales.
Las clases mayoritarias seguirán pagando las consecuencias de la disciplina del nuevo régimen al orden establecido por los dos organismos globales que administran la economía de las súper potencias. Están convencidas de que va perdiendo muy rápido su empuje inicial en favor de cambios verdaderos, es decir aquellos que modifican en realidad las estructuras del poder en favor de un progreso más equitativo y sostenible.
Esto lo tenía muy claro el principal capitalista mexicano, Carlos Slim, por lo cual rechazó la propuesta del PRI y del PAN, de que fuera el candidato de unidad para derrotar en las urnas al abanderado de Morena, hecho revelado por el propio Mandatario en su mañanera del miércoles. No tenía sentido tal proyecto de la derecha, a sabiendas de que desde dentro mismo de Palacio Nacional la cúpula empresarial podía tener fuerte presencia, tal como sucede realmente.
Las consecuencias de esta situación lamentable no se harán esperar: Las presiones de los conservadores serán cada día más fuertes, más cínicas y perversas, con el fin de que el Mandatario tenga que enfrentar la disyuntiva de obligarlo a reprimir las embestidas irracionales de los neonazis, o no hacerlo y perder la confianza de los más de 30 millones de votantes que lo hicieron ganar la Presidencia. Tendrá que actuar con más firmeza, de uno u otro modo, antes de verse forzado a cumplir su palabra de obedecer la premisa que tanto utiliza: “El pueblo pone y el pueblo quita”.
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