APUNTES… Las contradicciones y su efecto bumerang
Por: Guillermo Fabela Quiñones
Mientras más pasan los días, el rumbo del sexenio se pierde en el laberinto de la estrategia de comunicación del presidente López Obrador, ostensiblemente distractora de los grandes problemas nacionales, viejos y nuevos que nublan el futuro del país. La Cuarta Transformación (4T) se va difuminando en el cúmulo de dimes y diretes entre el mandatario y los adversarios que él mismo alimenta con su incansable protagonismo, táctica que lo acabará desgastando más pronto de lo esperado.
Es incuestionable que él mismo provoca las reacciones en su contra por hechos que contradicen sus palabras. Ahora no queda duda que lo hace conscientemente, pues una lógica elemental patentiza que eso es lo que busca: la confrontación con diversos sectores de la sociedad a fin de que las cuestiones fundamentales que atañen al país en su conjunto se pierdan en los jaloneos verbales en los medios y en diversos foros públicos. Eso es lo importante para él, y desde luego para los beneficiarios de una realidad que contradice los postulados de su pretendido proyecto democratizador.
Aunque se quiera ocultar, la realidad objetiva nos muestra el verdadero rostro de un Gobierno que no está cumpliendo sus principales postulados: no mentir, no robar, no engañar al pueblo. Es cierto, no se puede corregir en un sexenio lo que se destruyó en décadas, pero también lo es que para iniciar un proceso correctivo es preciso tener voluntad y firmeza para llevarlo a cabo; esto no lo vemos en hechos concretos, pues el país sigue sumido en el lodazal dejado por la tecnocracia que arrojó del poder al viejo régimen priista, con la promesa de modernizar su añeja estructura.
Así lo demuestran situaciones evidentes, como la corrupción que continúa como si la tecnocracia reaccionaria siguiera en el poder. Sobran ejemplos que sería prolijo enumerar pero que siguen afectando a la ciudadanía, ostensiblemente a las clases medias tan ahora vilipendiadas por el propio mandatario. Esto se observa en dependencias que sirven como engranaje entre gobernantes y gobernados, como el IMSS, el ISSSTE, donde las prácticas del pasado continúan sin temor a las consecuencias.
Se roba a los pensionados y jubilados incluso con mayor desfachatez, a sabiendas de que la impunidad se mantendrá porque se ha perdido a marchas forzadas la autoridad moral de que se presumía al principio del sexenio. Lo sabe la oposición, lo constatan los medios, lo padece el pueblo sin que se vislumbre una mínima posibilidad de redención. De ahí las constantes provocaciones, el protagonismo, la demagogia sin sentido que logra su objetivo distractor pero que a final de cuentas tendrá un efecto bumerang; así lo señala la experiencia histórica, particularmente en nuestra sufrida Patria Grande: América Latina.
¿Acaso la próxima Legislatura que inicia sus trabajos en septiembre no está conformada para apuntalar las complicidades cupulares, la corrupción como pago, el nepotismo como en el pasado? La consecuencia es que el presidente López Obrador sufrirá con más celeridad un desgaste que dejará el camino abierto a la revocación de mandato. No habría manera de frenar este proceso, a menos que se decidiera a cumplir los objetivos de la Cuarta Transformación, lo cual es ya imposible porque no cuenta con el capital político necesario, el cual dilapidó lastimosamente.
No le queda otra opción que continuar sus tácticas distractoras, cada vez más burdas, como los nombramientos a puestos de primer nivel a personal de ayudantía. ¿Qué otra explicación puede darse a una decisión así, ajena a un elemental sentido común? Luego, en respuesta a las críticas que obviamente surgen, emprende una nueva campaña contra los medios acusándolos de “vendidos y corruptos”, fortaleciendo así un círculo vicioso que imposibilita la tan indispensable conciliación nacional y siembra de obstáculos el proceso de reconstrucción, urgido de soluciones concretas ante un futuro cada vez más intrincado.
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