Por: Guillermo Fabela Quiñones

La cultura sigue siendo una asignatura pendiente, situación que lamentablemente es un problema estructural a nivel nacional; el Gobierno federal no la contempla como prioritaria. La política de austeridad, en este ramo de la actividad del Estado, se convirtió en un obstáculo mayor para que México dé un salto cualitativo en materia cultural, como se hizo en los primeros años posteriores al fin de la etapa armada de la Revolución Mexicana.

Tal realidad es notoria en Durango, porque hay un gran contraste en el nivel que llegó a tener la cultura, con personajes de estatura mundial, y lo que vemos en la actualidad. Son unos cuantos, que se ubican en el ámbito musical, donde sobresale la presencia de la directora de orquesta Alondra de la Parra, aunque no nacida en estas tierras. Pero se trata de logros personales, no de una política de Estado que se traduzca en una realidad que abarque a la sociedad en su conjunto.

Con el advenimiento del neoliberalismo, la cultura, con todo lo que abarca este vocablo (bellas artes, música, literatura, danza, teatro, cine de arte, etcétera), pasó a un segundo o tercer sitio en las preocupaciones de los gobiernos federal y los estatales. Hoy sufrimos las consecuencias, en verdad espeluznantes, en cuanto que del simple entretenimiento en que devino la actividad cultural, ahora se convirtió en anticultura como lo expresan en forma grotesca las bandas “musicales” que tanto gustan a los jóvenes, y las teleseries en las que se hace apología de la violencia.

De ahí que fuera un paso significativo la llegada a Durango de una promotora cultural con una trayectoria muy relevante, Anabel Gutiérrez Parra, con la encomienda inicial de sacar adelante el Festival Revueltas del año pasado. Nacida en esta capital, amplió su visión y sensibilidad al estudiar en la Universidad Autónoma de Nuevo León y luego trabajar en la Ciudad de México. Desgraciadamente, no tuvo oportunidad de impulsar un plan de trabajo acorde con su trayectoria, y decidió renunciar.

Los motivos los explicó en una carta de renuncia que hizo pública, la cual por falta de espacio es imposible comentar aquí. Este episodio debe ser motivo de una evaluación objetiva que permita superar diferencias muy serias, entre la comunidad que tiene su razón de vivir en actividades culturales y la autoridad responsable del área cultural. No conviene menospreciar a quienes se desempeñan en tareas culturales, sea de manera voluntaria o porque de ellas viven, porque se trata de gente con capacidad de convocatoria y tiene acceso a medios de comunicación.

Con la licenciada Gutiérrez Parra, la titular de la Secretaría de Cultura habría podido realizar una labor trascendente, de la que ella, en primerísimo lugar, sería la beneficiaria como responsable del área. No lo entendió así, por las razones que haya tenido, y se perdió una magnífica oportunidad para que se fomentaran programas culturales de gran calado, en beneficio no sólo de la ciudadanía sino de la imagen gubernamental.

La cultura es parte esencial de la vida de los pueblos, sin su fomento con una visión de Estado, democrática y participativa, el progreso es inviable, como lo demuestra la experiencia histórica. Es preciso señalar que sin los artistas e intelectuales, la Revolución Mexicana no hubiera trascendido a nivel mundial, como lo hizo gracias a los muralistas, compositores, escritores y cineastas, algunos de ellos, en todas estas ramas, originarios de Durango.

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