APUNTES… ¿Qué hacer con los dos tercios restantes?
24/10/2020 - Hace 4 años en MéxicoAPUNTES… ¿Qué hacer con los dos tercios restantes?
Por: Guillermo Fabela Quiñones
El ultimátum de la empresa Iberdrola, de no seguir invirtiendo en México por “falta de reglas claras”, es una demostración de la soberbia y cinismo con que actuaron en sexenios anteriores trasnacionales acostumbradas a tratar a la máxima institución del Estado mexicano como un empleado a su servicio. Ahora, corresponde al presidente López Obrador demostrar que la realidad es diferente, con hechos concretos que no admitan réplica de ninguna índole.
El Mandatario señaló la necesidad de presentar una reforma constitucional, luego que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) confirmó el criterio respecto de las reglas (favorables a ellas) para que las nuevas plantas privadas de energía renovable se conecten al sistema eléctrico nacional. La pregunta es cuándo se dará este paso ineludible para revertir la privatización de la totalidad de nuestros principales recursos energéticos, objetivo central del periodo neoliberal.
Es una labor titánica, sin duda, destrabar la inmensa red de complicidades que dejaron cuatro décadas de un régimen que usurpó el poder para depredar los bienes de la nación sin ninguna limitación legal, política ni mucho menos social. Esta tarea se complicó aún más este año con la irrupción de la pandemia, la cual obligó a modificar el curso de las proyecciones y prioridades estratégicas del Ejecutivo. Se pusieron focos rojos en toda la estructura gubernamental, y se evidenció aún más el cúmulo de corrupción e ineficacia de las “administraciones” del neoliberalismo.
En sentido contrario, se puso también de manifiesto la necesidad de un elemental ejercicio de autocrítica en el Ejecutivo federal, pues no es aconsejable mantener por tiempo indefinido la táctica de constantes zigzagueos en el camino hacia la Cuarta Transformación (4T). Puede decirse, sin temor a equivocación, que al finalizar el primer tercio del Gobierno Lópezobradorista, sigue habiendo muchos obstáculos que se pudieron haber subsanado de seguir una línea menos tortuosa.
Continuar por el mismo camino conlleva el riesgo de no alcanzar las metas propuestas, de no quedar bien “ni con dios ni con el diablo”, como se dice coloquialmente, lo que daría al traste con los cambios fundamentales para establecer un régimen democrático verdaderamente participativo, incluyente y con la necesaria rectoría del Estado en la economía, requisito vital para que México pueda acceder a un futuro menos dependiente de las amenazas y chantajes de consorcios trasnacionales como los que surgieron al amparo de gobiernos cómplices en la depredación de los bienes públicos.
El ultimátum de la empresa española es una manifestación obvia de tal imperativo. La experiencia histórica es aleccionadora a este respecto. Así como en su tiempo el presidente Cárdenas aprovechó la oportunidad que se presentó con la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, para no ceder a las presiones inmorales de las empresas petroleras estadunidenses e inglesas, así ahora el presidente López Obrador está obligado a no permitir que lo hagan las que se beneficiaron con el saqueo del periodo neoliberal, aprovechando la emergencia global derivada de la crisis sanitaria y el colapso del modelo económico depredador.
Lo conducente, conforme a un elemental sentido común, es no poner más obstáculos en su camino, como lo ha venido haciendo desde el inicio de su administración, por los motivos que hayan sido. Es tiempo de comenzar el segundo tercio con menos problemas internos que complican innecesariamente los externos. Apenas ordenó suspender en su función al director de Comercio Exterior de la Secretaría de Economía, Juan Díaz Mazadiego, quien ocupa ese cargo desde el sexenio de Felipe Calderón, etapa en que los delitos de “cuello blanco” crecieron exponencialmente.
Cuando el enemigo está infiltrado en un ejército, en un equipo de lo que sea, es impensable obtener resultados positivos. Sin temor a equivocación, este es uno de los problemas fundamentales del actual gobierno, el cual arribó a Palacio Nacional con un compromiso histórico comparable al que asumió en su tiempo el presidente Cárdenas. No es ocioso recordar que se enfrentó con decisión, valentía y firmeza contra un enemigo incluso más fuerte que el que ahora enfrenta el actual Mandatario: Destruir el aparato criminal del “jefe máximo de la Revolución Mexicana”.
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