APUNTES… Riesgo de vulnerabilidad muy costosa
Por: Guillermo Fabela Quiñones
La encrucijada que frena la democratización del país se debe superar en el transcurso del año 2020. Mantenerse en ella sería el fin de la Cuarta Transformación, la vía por la que debe encauzarse el régimen para tener viabilidad. Es válida tal afirmación porque son muchos los obstáculos que se oponen al cambio democrático en los siguientes años, principalmente los enormes intereses que deben afectarse porque son un escollo muy fuerte en un proceso que llevará varios sexenios.
El papel de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), es por el momento la cuña que utiliza la derecha más combativa para frenar el cambio democrático. No es casual que de inmediato saliera en defensa del ex ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Eduardo Medina Mora, quien tendrá que enfrentar el juicio al que será sometido por las acusaciones de transferencias de millones de dólares al Reino Unido y Estados Unidos, países en los que fue embajador de México en el periodo neoliberal.
La derecha no quiere aceptar la inevitabilidad del cambio de régimen, aunque en ello ponga en riesgo el futuro de la nación. Mientras más se tarde en aceptarlo mayor será el daño que se haga a los mexicanos, no al grupo que lidera el presidente López Obrador. Es lo que en su egoísmo y nula visión del contexto histórico no pueden ver prominentes empresarios como Gustavo de Hoyos, dirigente de la Coparmex. Menos lo harán si no se define el papel que juega el partido Morena en esta transformación del Estado.
De ahí la trascendencia del proceso que se inició ya para el cambio de la dirigencia nacional del partido, pues de su desenlace se podrá definir el rumbo que deberá seguir el sistema político. En este contexto, el mandatario tendrá que ser el fiel de la balanza, porque no hay escapatoria posible para evitarlo. Alcanzó la más alta votación de la historia del país, gracias a su tesón, disciplina y carisma entre las masas, pero mantener el apoyo de la ciudadanía como hasta ahora, se logrará con un partido bien ajustado, sin grietas ni remiendos.
Por lo que se ha visto a la fecha, falta mucho para alcanzar un objetivo que demanda un liderazgo como el que tiene el Presidente. No con la idea de que sea un contrapeso del Ejecutivo, sino con el compromiso de apuntalar la «Cuarta Transformación». Un mandatario sin partido, en un país como México, es un riesgo mayúsculo. Los neoliberales o neoporfiristas acabaron con el PRI, aunque conservaran su nombre, porque necesitaban un andamiaje eficaz para no perder contacto con el pueblo. El nuevo régimen lo necesita más aún porque la movilización de las masas es vital para frenar las embestidas de los conservadores.
En la actualidad, luego de décadas de pragmatismo y cinismo como escudo, la praxis política no es una cuestión de ideologías sino de eficiencia del Estado en su conjunto, dentro de un marco social y económico progresista e incluyente. Esto es lo que debe encauzar Morena bajo una dirigencia que reúna cualidades fundamentales, como credibilidad dentro y fuera del partido, autoridad moral y patriotismo, condición sine qua non para dar a la «Cuarta Transformación» un sentido histórico.
Si el cambio de dirigencia en Morena no se conduce por la senda correcta, el presidente López Obrador correría el riesgo de una vulnerabilidad muy costosa.
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