Por: Guillermo Fabela Quiñones

En el Presupuesto de Egresos de la Federación se busca fortalecer tres áreas consideradas prioritarias: Salud, seguridad pública y energía, pero a costa de una disminución de recursos para sectores que también pueden considerarse fundamentales, como el agrícola, el desarrollo agrario y la economía. La estabilidad macroeconómica es meta ineludible en la propuesta de la Presidencia de la República. Sin embargo, es la microeconomía la que urge impulsar para que su fortalecimiento derive en mejores condiciones de vida para las clases mayoritarias y menores riesgos de inestabilidad social.

En la carta de presentación con la que el presidente López Obrador acompañó el llamado paquete económico 2020, afirma que “para el Gobierno de México es prioritario consolidar la participación del gasto público como un instrumento que, junto al consumo, la inversión privada y las exportaciones no petroleras, contribuya a reducir el impacto de los factores externos en la economía nacional”. Es correcta esta premisa, en tanto que las presiones de los débitos del país a los acreedores externos son una carga tan pesada que, mientras no se reduzca, seguirá siendo un ancla inamovible que nos mantendrá hundidos en la mediocridad y el subdesarrollo.

La ausencia de crecimiento sustentable, entre cuyas causas está la extraordinaria deuda externa, es el principal impedimento del círculo vicioso en el que estamos metidos desde hace más de tres décadas. A la fecha suman 11 billones de dólares los que nos tienen con la soga al cuello, y mientras no se puedan negociar favorablemente para las arcas nacionales, será imposible que los sacrificios internos tengan resultados positivos. Seguirá el proceso de continuarlos metódicamente, a fin de que los organismos internacionales nos sigan “apoyando”, es decir avalando nuestro eterno endeudamiento y mantenernos atados a la estrategia del Fondo Monetario Internacional.

Es entendible que en este momento tan complejo, que implica sentar las bases de la “Cuarta Transformación”, no se pueda pensar en situaciones fuera del alcance del Gobierno mexicano, pero sí es necesario dar algunos pasos que hagan posible lo impensable. El apoyo al campo es vital en tal sentido. Más en la actualidad, cuando el cambio climático obliga a repensar con visión estratégica el futuro de  las actividades agropecuarias. Durango es un ejemplo de la inviabilidad de quitar o restar apoyos al sector agrícola. La zona frijolera del estado está colapsada por la sequía, fenómeno que agrava el atraso del subsidio federal.

No tiene mucho sentido social y económico apuntalar el sector energético debilitando aún más al sector agropecuario. Se necesitan equilibrios que permitan un manejo sostenible de la realidad económica nacional. Apuntalar Pemex es vital, pero sin dejar de apoyar racionalmente al campo, donde se producen no sólo alimentos sino también miles de migrantes que abandonan sus parcelas para ir en busca de sustento en otras actividades.

Hacer de la principal empresa energética del Estado es irrenunciable, pero sin perder de vista que lograrlo es una meta de mediano y largo plazos. Mientras tanto, es también impostergable fortalecer la economía en su conjunto, sobre todo cuando la iniciativa privada se acostumbró a recibir subsidios multimillonarios del sector público, no a cumplir sus promesas de invertir en suelo mexicano. El Estado debe volver a recuperar su sitio de rector de la economía. Esto sería por el bien de todos.

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