Por: Gilberto Jiménez Carrillo

A sus ochenta años de vida Consuelo Revueltas llegó a las galerías del Palacio de Bellas Artes con una exposición de 114 pinturas. Era directora del palacio la experimentada gestora cultural  Miriam Kaiser. Consuelo comenzó a pintar en forma constante apenas 18 años antes de morir. Sus únicas lecciones de pintura las recibió en su natal Santiago Papasquiaro, de las maestras de primaria Juana Villalobos y Sara Vázquez Las clases de esas señoritas no constituyeron una academia, tan sólo una disciplina párvula, pero de ese punto y gracias a su clara memoria partió Consuelo Revueltas en la tercera edad. La primera que puso en sus manos una caja de pinturas como luz tentadora fue su hermana Rosaura; la primera exposición la presentó debido a la insistencia de su sobrina Eugenia. Los éxitos iniciales la estimularon de tal manera que decidió dedicarle al quehacer artístico todo el tiempo que su deteriorada salud se lo permitiera. Ella no pintaba directamente del natural, sino aquello que su memoria había retenido al pasearse por comunidades y campos de Morelos, Durango, Veracruz, Michoacán, Guerrero, el estado de México y el Distrito Federal. Mientras la vida se lo permitió, José Revueltas asistió a las inauguraciones de Consuelo. Con un afecto sin límites, que exteriorizaba en una sonrisa entre burlona e ingenua, vio crecer artísticamente a su hermana mayor, quien comenzó a pintar a la misma edad en que él dejó de existir.
De sus visitas a Lecumberri, Consuelo recordaba: “Como yo disponía de más tiempo iba a verlo todas las semanas, pues Emilia y Rosaura trabajaban, María vivía en Cuernavaca y Cuca en Alemania. Iba los jueves. Consuelo también recordaba sus primeros años en la ciudad de Durango de la siguiente manera: Los domingos papá nos leía muchos versos muy bonitos de Santos Chocano, Juan de Dios Peza, Manuel Gutiérrez Nájera. Tenía bellos volúmenes de todas esas cosas. Aquí como en Santiago Papasquiaro tuvo tienda. Murió el 1o de diciembre de 1923. Nos hemos querido mucho todos. Cuando Rosaura tenía dinero ayudaba a Silvestre y a José cuanto podía. En una cosa o en otra todas las hermanas los ayudábamos. Nunca supieron si éramos santas o pecadoras, si teníamos para comer o no teníamos. Para la educación tanto de los hombres como de las mujeres mi papá no se puso límites. Mi papá quería que siempre estuviéramos estudiando. En Durango, Rosaura, Emilia y yo tuvimos maestra de piano Nos tenían por gente rica, pero ranchera. La maestra de piano nos pedía las sillas prestadas para los conciertos, pero no nos invitaba. Sentíamos muy feo que nos discriminaran, y más cuando estaban sentadas en nuestras sillas. Los párrafos anteriores son un extracto que Raquel Tibol le dedicó a Consuelo Revueltas en la revista Proceso en mayo de 1986. La primera semana de Septiembre estuvo en Durango Miriam Kaiser presentado el libro “Ricardo Martínez a 100 años de su nacimiento”. El que esto escribe platicó con la señora Kaiser y ya estamos trabajando para traer a Durango parte de la obra pictórica de Consuelo Revueltas. Como siempre hace falta apoyo, pero ya veremos de donde lo obtenemos, el asunto es que la obra de esta otra Revueltas se conozca en Durango, pues los Revueltas no solamente eran Silvestre, Fermín, José y Rosaura. No cualquiera expone en el Palacio de Bellas Artes y Consuelo lo hizo, de manera que hay que traerla a Durango… su tierra.