Por: Rosario Castro Lozano

«No es que algunas personas tengan fuerza de voluntad y otras no…

Es que algunas están listas para cambiar y otras no».

                                                   James Gordon

Tendría siete años y salí a la calle escuchando gritos afuera de mi casa en Lerdo, Durango, como suele suceder con los niños la curiosidad me hizo colocarme entre el gentío para saber qué pasaba y el motivo del por qué de tanta gente, cuando lo hice, vi a un hombre arrastrando de los cabellos a una joven golpeándola y profiriéndole todo tipo de insultos; esta imagen me impactó el alma pues nadie de los presentes movió un solo dedo para defenderla, y empecé a llorar escuchando el murmullo del pueblo que ahí estaba presente que comentaba que era justificado que le pegaran a la pobre joven que lloraba a gritos porque andaba en “malos pasos”, pues quien la golpeaba  era su padre.

Quizás esto me marcó para estudiar abogacía y defender cuando practico la profesión especialmente a las mujeres, pero también encontré que la política es el medio para ejercer políticas públicas con perspectiva de género y disminuir la brecha entre los desiguales.

Hoy hay más mujeres en espacios políticos, sin embargo no entiendo por qué mujeres legisladoras federales eliminan programas de beneficio para mujeres, uno de ellos es las estancias infantiles, otro, los niños con cáncer, hay claro honrosas excepciones de legisladoras que defienden con uñas y dientes el presupuesto especialmente sensible para mujeres, la responsabilidad de llegar a legislar y representar siendo mujeres es enorme, pero más responsabilidad lo es el que con su voto disminuyan posibilidades de programas de impacto positivo para mujeres a la hora de votar el Presupuesto de Egresos de la Federación.

Por que hace veinte años se privilegiaba a los niños y no a las niñas en educación, mi madre estudió hasta cuarto año de primaria pero su memoria era extraordinaria y su habilidad para hacer cuentas asombraba, de tener una modesta tiendita de donde nos formó de habérsele dado estudio sus posibilidades hubiesen sido enormes, sin embargo, nunca escuché que lo lamentase, por el contrario superó estas barreras; de ella aprendí que el límite de una mujer lo decide  ella misma.

La lección que el mundo ha tenido que aprender lenta y dolorosamente es que ninguna nación puede desarrollar su potencial ni dar lo mejor de sí en ambientes violentos.

La desigualdad hace que las mujeres vivan de manera diferente la violencia que las denigra, las humilla, cosifica y lamentablemente las mata.

Quien violenta una mujer violenta una familia, de ese grado es el problema, no solo la sufre ella, sino también la viven las hijas y los hijos de esa familia.

Siempre hemos sido constructoras de la paz, del respeto, de la inclusión y la democracia.

Nadie puede decir lo contrario pues hemos sido perseverantes, nuestra aspiración a la igualdad, a la paridad, a la libertad y a la justicia, ha sido larga y no podemos bajar la guardia, hoy la violencia sigue subsistiendo.

Por eso, el mejor reconocimiento de lo que valemos como mujeres, es que la sociedad, los gobiernos y las instituciones, garanticen nuestro derecho a vivir sin violencia.

DESTACABLE: En Durango por el Gobierno del estado a través del Instituto Estatal de las Mujeres, ocupado en establecer políticas públicas para evitar el flagelo de la violencia de género, ha desarrollado en coordinación con el Inegi un radar que visibiliza la violencia en la entidad e identifica las diversas modalidades, sea psicológica, patrimonial, física o sexual para prevenir y atender a quien la sufre, sumando en este esfuerzo interinstitucional a los tres niveles de Gobierno en alianza con la sociedad.