Por: Gilberto Jiménez Carrillo

Los conquistadores llegaron a la parte noroeste que hoy conforma el estado de Durango. En esos lugares fundaron y construyeron misiones y presidios para someter e imponerse sobre los naturales del territorio. Los indios más viejos no solo se resistieron a ser incorporados a las misiones, sino que además de mostrarse escépticos e indiferentes ante religión y nuevas formas de vida impuestas por los españoles, huyeron a lugares apartados y de difícil acceso. Gracias a la resistencia que opusieron a los hombres blancos, pudieron continuar con sus antiguas costumbres y la práctica de las ceremonias y rituales de sus creencias religiosas. A principios de 1616 los lideres tepehuanes y sus aliados, comenzaron a fraguar un proyecto de liberación. Quautlatas y Gogojito —profeta uno y mesías el otro— prepararon y dirigieron la guerra que sus dioses les mandaron hacer a los europeos para arrojarlos de sus tierras e instaurar el reino milenario indígena, apropiándose para ello de la imagen principal del cristianismo: Jesucristo. Bajo estas ideas, los tepehuanes lograron confederar a tarahumaras, cahítas, sinaloas, xiximes y otras naciones indígenas con el fin de crear también un gobierno que sustituyera al de los españoles. El gran proyecto mesiánico-milenarista de los tepehuanes y sus aliados fracasó ante la fuerza de los conquistadores, Quautlatas y Gogoxito eran chamanes, el primero se encargó de ser el portador del mensaje de guerra y del regreso al pasado indígena sin invasores españoles ni sacerdotes cristianos, por su parte Gogoxito fue ejecutor de la voluntad de los dioses por medio de la guerra. Probamente ambos ancianos eran originarios de Tenerapa. Según los relatos que los propios jesuitas escribieron acerca de los hechos, la mayor parte de esta hazaña estuvo a cargo de Gogoxito, quien haciéndose pasar por el Dios verdadero de los tepehuanes, y bajo la promesa de restituirles las tierras usurpadas por los españoles, siempre y cuando lo obedecieran, logro confederar a toda la nación tepehuana para que se levantara en armas, expulsar a los españoles y librarse de ellos. Por órdenes del gobernador de la Nueva Vizcaya, Francisco Gogoxito fue capturado el cinco de marzo de 1617. El guerrero no se dejó atrapar muy fácilmente y fue sometido de una forma cruel y despiadada. El valiente tepehuano junto con sus acompañantes, fueron decapitados significando con ello la derrota de una gran guerra de resistencia de la insurrección tepehuana que puso en jaque a las autoridades civiles de la provincia de la Nueva Vizcaya, particularmente a los instalados en la Sierra Madre Occidental, y es que no eran indígenas comunes, sino gente destacada, bravos guerreros que se opusieron a ser dominados por los conquistadores. Hace 403 años se vivió un hecho que, para muchos, pasará de largo y entrará por la puerta pequeña de la historia: Un cacique, un guerrero, un chaman, protagonizó una guerra que defendía a su pueblo y las creencias milenarias de sus ancestros. Este personaje debe ser conocido para hacerse merecedor del respeto y admiración de los que no lo conocen, pues como muchos sufrió en carne propia un orden impuesto con muchas dificultades y represiones. La heroica resistencia indígena de Francisco Gogoxito deber ser recordada con un monumento que refleje la realidad ocurrida con la llegada de los españoles a nuestras tierras pero sobre todo como un tributo a nuestra raza.