Morir es nada, un apotegma de Morelos
Por: Gilberto Jiménez Carrillo
Hace algunos días, el comisionado del Servicio de Protección Federal (SPF), Manuel Espino presentó en el Centro de Convenciones Bicentenario su onceavo libro titulado “Cuando por la Patria se Muere”. Un trabajo que aparece con motivo y en el marco de los 200 años de la Consumación de la Independencia de México, que retrata la vida y obra de José María Morelos y Pavón. Para realizar su obra, Espino Barrientos recorrió a pie los lugares donde el Siervo de la Nación nació, estudió, caminó, vivió y luchó en la Guerra de Independencia. Un ingrediente adicional es que el trabajo plasma la filosofía de Morelos. Irreverente y contradictorio, con un pasado turbulento que dio de qué hablar en su época. Un sacerdote católico que tuvo mujeres e hijos, odiado por muchos y querido por otros.
Así fue José María Morelos y Pavón, artífice de la segunda etapa de la Guerra de Independencia de México. A Morelos se le conoce por sus estrategias militares y su participación en el proceso de Independencia en el país, pero poco se sabe de sus amoríos, su doble vida y su pasado antes de que fuera luchador social. La frase “Morir es nada cuando por la patria se muere” es considerada un apotegma, y un apotegma se define como un dicho breve, sentencioso y feliz, que tiene celebridad por haberlo proferido o escrito alguna personalidad.
Otro apotegma que se le atribuye al llamado Siervo de la nación es el que dice: “Que todo el que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario”. Mucha tinta se ha derramado sobre estas frases pronunciadas por el mestizo nacido en Valladolid. Morelos, un ser humano que vivía todas las contradicciones de la época, era un sacerdote, pero también un ser humano, aceptó el celibato, pero no pudo vivirlo; creía en Dios, pero aceptó que hubiera guerras justas. Sustituyó la imagen del rey, al que odiaba, por la Virgen de Guadalupe.
Morelos medía 1.62, era bastante gordito, difícilmente podría haber tenido la imagen del general. Sin embargo, este hombre se lo tomó en serio y en unos días tenía a más de dos mil 500 soldados. Venía de un estrato social absolutamente humilde, de pobreza, de orfandad, de 14 años como herrero. En él hay un pensamiento agrario que no existe en ninguno de los independentistas. Morelos fue sin duda un gran estadista, me maravilla conocer el grado de inteligencia que este hombre poseía; la perfecta redacción de sus sentimientos de la nación, primer documento que precisa como sería la nueva nación independiente, para luego instalar el primer congreso que emitiría la primera constitución (la de Apatzingán).
Lo curioso y salvo contadas excepciones como la del señor presidente Andrés Manuel López Obrador, no veo ni distingo la sombra de algún Morelos, no veo héroes futuros, solo veo personajes a quienes la ambición los envuelve, que no tienen ni la menor idea de que amar a la patria es otra cosa, es amarse a sí mismo, es mara a la familia es amar a los amigos y practicar la verdadera lealtad. Morelos fue un hombre de convicción y de firmes ideales, sin ser perfecto nos heredó un gran legado lleno de valores. Nos demostró que, aun siendo perseguido, juzgado y condenado a ser fusilado, “Morir es nada cuando por la patria se muere”. Bienvenido el nuevo libro del paisano Manuel Espino, una obra de obligada lectura.
Email:[email protected]