Mictlantecuhtli, el dios mexica de la muerte
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En vísperas de la conmemoración del Día de Muertos, de gran importancia en nuestro país, el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) conversó, vía remota, sobre el descubrimiento del par de esculturas de esta deidad que, con sus 1.70 metros de altura, esternón e hígado al aire y garras amenazantes, sigue impactando a propios y extraños, pues cabe recordar que una de ellas tiene un lugar preponderante en la exposición Aztecas, inaugurada hace unas semanas en Austria.
La charla, en la que también abundó en la cosmogonía mesoamericana en torno al inframundo y sus divinidades, fue transmitida por las plataformas de El Colegio Nacional, dentro del ciclo de conferencias “La arqueología hoy”, coordinado por el propio López Luján, integrante de esta institución, y quien tituló a la sesión: “Los muertos viven, los vivos matan”.
Recordó que bajo la responsabilidad del arqueólogo Francisco Hinojosa, las excavaciones realizadas en la Casa de las Águilas, en la década de 1980, develaron la que resultó ser una de las edificaciones más impactantes del antiguo centro ceremonial tenochca, con una arquitectura palaciega que imitaba el estilo tolteca, y el hallazgo de dos esculturas de imponentes guerreros águila, flanqueando uno de sus accesos.
A principios de los años 90, en virtud de que el ala norte de esta construcción se mantenía oculta en las proximidades de la calle Justo Sierra, López Luján planteó su exploración; localizando su acceso principal después de la cuarta columna. Imaginó que al ser contraparte de la élite de los guerreros águila, la entrada estaría custodiada por guerreros jaguar. La sorpresa fue mayúscula al encontrar el rostro desmesurado y de rasgos infantiles de Mictlantecuhtli.
Según explicó el titular del PTM, ambas esculturas se erguían sobre los remates de largas banquetas orientadas hacia el sur, una se encontraba a un lado de la jamba este, y la otra junto a la jamba oeste. Es probable que en el ocaso del siglo XV (entre 1489 y 1499), los mexicas decidieran ampliar la Casa de las Águilas, celebrando una ceremonia de clausura que implicó un rito especial alrededor de las imágenes de Mictlantecuhtli que, ya en el siglo XX, se salvaron, por centímetros, de ser afectadas por diversas obras públicas.
Después de cinco meses de trabajo dentro del húmedo túnel, se logró registrar y extraer las dos esculturas, ambas se hallaron rotas en cientos de pedazos. La tenaz labor de los conservadores permitió reconstruir este rompecabezas de barro cocido, integrado de seis partes ensambladas, que juntas alcanzan las siguientes dimensiones: 1.70 metros de altura, 98 centímetros de ancho máximo y 50 centímetros de profundidad; además de 128 kg.
Su reconstrucción también marcó el inicio de una serie de análisis, los cuales han permitido corroborar algunos ritos asociados a esta deidad, como el expuesto en la lámina 76r del Códice Magliabechiano. En ella, se observa a un sacerdote vertiendo sangre sobre la cabeza de una deidad esquelética —muy semejante a las imágenes descubiertas en la Casa de las Águilas—, que explicaría una capa rugosa de 3 centímetros de espesor, color marrón, que corría por la parte posterior de las esculturas.
López Luján dijo que a fin de confirmar la celebración de dicho rito, el cual pudo llevarse a cabo en la ceremonia de clausura del espacio, las especialistas del Laboratorio de Antropología Molecular, de la UNAM, Rocío Vargas y Edith Ortiz, efectuaron el análisis de ese material, corroborando la presencia de restos de fluido sanguíneo humano.
Posteriormente, él y su colega Luis Barba, extendieron los estudios de residuos proteicos, entre ellos de albúmina (la principal proteína de la sangre), hallando grandes concentraciones de la misma en los pisos en torno a las imágenes de Mictlantecuhtli que flanqueaban los accesos.
El poder generativo de Mictlantecuhtli
Pese a lo llamativo de estas ceremonias y su dosis de sangre implícita, el arqueólogo destacó el aspecto dual del dios de la muerte, “ser ávido de carne y sangre humanas y, a la vez, poseedor de grandes poderes generativos”, como también los tenían sus pares menores del inframundo: Mictecacíhuatl, Acolnahuácatl, Acolmiztli, Chalmécatl, Yoaltecuhtli, Chalmecacíhuatl y Yoalcíhuatl.
“Mictlantecuhtli ejercía funciones que pudieran resultarnos paradójicas, como el otorgar y fomentar la vida. Por ejemplo, esta deidad de la muerte era invocada durante los ruegos que se hacían para la exitosa gestación del feto humano; este extraño protagonismo tiene su explicación en el poder regenerativo de los huesos-semillas. Sin embargo, es su carácter temible el que predomina en la cosmovisión prehispánica».
“Las imágenes de Mictlantecuhtli de la Casa de las Águilas, al igual que sus contrapartes mixtecas y mayas, nos transportan a un ‘más allá’ oscuro, tenebroso, fétido, pero también a una fuente inagotable de generación universal”, concluyó.
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