Santiago Papasquiaro, Dgo. Un profundo sentimiento de tristeza, incredulidad y pesar embargó esta mañana a la comunidad santiaguera al conocerse la devastadora noticia del fallecimiento de Su Santidad el Papa Francisco, quien partió a la Casa del Padre a las 11:35 de la noche del domingo 20 de abril —Domingo de Resurrección—tiempo de México y en la Ciudad del Vaticano, 7:35 de la mañana, hora local.

El impacto fue inmediato. Desde muy temprano, feligreses se reunieron en parroquias, capillas y templos de la región para orar, encender veladoras y rendir homenaje a un líder que marcó profundamente a la Iglesia Católica y al mundo entero. Las campanas repicaron con tono solemne, anunciando el luto que ya cubre los corazones de millones.

El Papa Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, fue el primer pontífice latinoamericano y el primer jesuita en ocupar el trono de San Pedro. Fue elegido el 13 de marzo de 2013, sucediendo al Papa Benedicto XVI. Su pontificado se distinguió por la humildad, la cercanía con el pueblo, la defensa de los pobres y marginados, y un llamado constante a la paz, la justicia social y el cuidado del medio ambiente.

Para los santiagueros, su figura trascendió los límites geográficos y culturales. Muchos lo sentían como un Papa «nuestro», un líder espiritual que hablaba con palabras sencillas, pero llenas de profundidad, que entendía el sentir del pueblo latinoamericano y que no temía enfrentarse a los retos del mundo moderno.

“Es como si se nos fuera alguien de la familia. Un guía, un pastor que siempre tuvo una palabra de consuelo para los que sufrimos,” expresó entre lágrimas la señora Josefina Lechuga, vecina de la comunidad. “El domingo todavía pedíamos por su salud en misa, teníamos esperanza… y hoy, la noticia nos rompe el alma.”

En medio del eco de la Semana Santa, donde su presencia aún era motivo de aliento y fortaleza, la noticia de su partida tomó por sorpresa a muchos. Fue en la madrugada del lunes, alrededor de las 3:00 a.m., cuando en México comenzaron a difundirse los primeros reportes de su fallecimiento. La reacción fue unánime: tristeza, oración y un profundo respeto hacia quien será recordado como uno de los papas más humanos y cercanos de la historia moderna.

«Fue un Papa del pueblo, un Papa con olor a oveja», dijo un pueblo trise, consternado. “Su legado no morirá; seguirá vivo en cada gesto de caridad, en cada acto de justicia, en cada corazón que haya sido tocado por su ejemplo.”

Hoy, Santiago y todo México lloran la partida de un hombre que supo ser faro de esperanza en tiempos difíciles. El Papa Francisco deja un legado imborrable de humildad, amor y fe viva. Descanse en paz, Santo Padre. Que su luz siga iluminando el camino de todos los que creemos en un mundo más justo y fraterno.