Hidalgo del Parral. – Violaron a su hija hace dos años y agresor el sigue libre; carta de una madre en búsqueda de justicia.
Una madre de familia se acerco a la redacción de este medio de comunicación, en búsqueda de ser escuchada y dar a conocer a la sociedad los lamentables hechos ocurridos hace tiempo y que marcaron para toda la vida a su hija y su familia.
Su intención es que autoridades vuelquen su atención a su caso, ya que, a pesar de haber testimonios del mismo agresor y testigos cómplices de los hechos, a dos años de que violaron a su hija no ha recibido justicia.
A continuación, la carta integra que la madre de familia nos hizo llegar en físico a nuestro medio:
A los medios de comunicación…
Me dirijo a ustedes para dar a conocer un caso, sucedido a uno de los miembros de mi familia.
A través de las siguientes líneas intentaré relatar todo lo que pasó: Hace aproximadamente 2 años, mi hija menor de entonces 21 años, salió a divertirse con un par de amigas, a medida que se acercaba la media noche, sus acompañantes le dijeron que tenían que retirarse, así que mi hija comenzó a caminar por las calles del centro de la ciudad con la intención de pedirme que, por favor, pasara a recogerla.
Poco después de llegadas las 12:00 am, mientras ella continuaba avanzando y observando los aparadores de las tiendas departamentales, una camioneta se acercó lentamente y, finalmente, se pararon junto a ella. En dicho automóvil se hallaban un par de hombres de entre 30 y 40 años y una mujer de edad aproximada. Entablaron conversación con mi hija y, luego de varios intentos y diversas promesas, la mujer logró obtener la confianza de mi hija y con ello consiguió, a su vez, convencerla de que subiera a su troca para ir a cenar y posteriormente llevarla a casa con su mamá. Como imaginarán tal cosa no sucedió, contrario a ello, los tres tripulantes originales de la camioneta decidieron llevarla a la casa del conductor.
Dentro de esa casa ocurrió todo aquello que jamás debería suceder. El conductor abusó sexualmente de mi hija, la sometió con violencia y los otros dos sujetos, que son pareja, se limitaron a dejar que la agresión siguiera su curso. Al final, cuando el hombre decidió que ya había terminado y, por ende, le restó un poco de fuerza a su cuerpo y a la opresión que ejercía sobre mi hija, le dio, sin pretenderlo, la única oportunidad de huir. Con la ropa interior y los pantalones entre sus piernas, mi hija corrió hacia fuera de la casa y, como el hombre la perseguía en la camioneta invitándola de nuevo a subir, mi niña no se detuvo hasta que llegó a un lugar en el que se desarrollaba en ese momento una fiesta, ahí fue socorrida por algunos de los asistentes.
La llevé a la Fiscalía de la mujer, en cuanto estuve con ella la llevé a la Fiscalía de la mujer, pero únicamente estaba el guardia de seguridad para recibirnos. Le llamó al agente del ministerio público a quién le tocaba cubrir ese horario para que acercara a recibir y atender a mi hija, sin embargo, el ministerio público no podía acercarse a esas horas a esta institución y nos pidió regresar a las 9:00 am, porque, aparentemente, este sí es un horario en el que puede atender emergencias.
No creo que haya palabras para describir lo que ha sucedido a partir de esa noche dentro y fuera de casa. No creo que pueda retratarse el llanto de mi hija, la culpa y vergüenza que sentía por haber sido víctima, difícilmente encontraría las palabras para describir el dolor y el coraje que nuestra familia ha sentido a lo largo de estos dos años.
Nuestra dinámica cambió, desde luego, recibir una llamada de mi hija es lo mismo que despertar una alerta roja, todos nos alarmamos, vivimos con el miedo de que, en algún momento, se encuentre con el agresor en las calles. Claro que se hizo la denuncia, a las 9:00 de la mañana nos atendieron porque, por supuesto, se encargaron de dejarnos muy en claro que había que respetar el horario laboral sin importar qué tan lastimada y asustada esté la víctima.
Las investigaciones iniciaron, hay testimonios del propio agresor y sus cómplices que indican que fue abuso, los médicos confirmaron que había habido agresión sexual, que en su cuerpo estaban las señales del ataque y, sin embargo, ni siquiera el testimonio de su propio cuerpo, respaldado por personas capacitadas, fue prueba que motivará a los encargados a seguir el proceso tal cual es, respetando y cuidando de la víctima.
Han pasado dos años y ha habido dos respuestas negativas, ante la primera, acudimos a pedir ayuda a la CNDH y, si bien lo intentaron, llegó la segunda respuesta en la que el caso sigue siendo desestimado. Si tan solo se tomaran el tiempo de leer las entrevistas que se les hicieron al agresor y sus cómplices, si tan solo leyeran el diagnóstico médico, quizá las autoridades habrían hecho lo que es justo. ¿Qué pasó con el principio de buena fe? ¿Dónde quedó la credibilidad a la víctima?
Mi intención al escribir esta carta y acercarme a este medio para difundirla es únicamente clamar por la justicia que mi hija merece, por la justicia que cada víctima merece y que difícilmente llega a conquistar. Lo único que pido es que, si mi hija tiene que despertarse cada día recordado la agresión por la que pasó, que, si mi hija sigue con severos problemas de depresión, es que el hombre que lo provocó sea castigado por ello, tal como lo indican las leyes.
Gracias por leerme, gracias por escucharme.
Esta es la carta de una madre en búsqueda de justicia.
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