Por: Ciria Weyman

México es el país de América Latina con mayor vinculación hacia Estados Unidos de Norteamérica. Durante todos los pasados meses, nuestra nación de casi 130 millones de habitantes fue el centro de la campaña política de Donald Trump, presidente número cuarenta y siete del estado vecino.

Ahora que regresa el inquilino a la oficina oval, centro de la toma de decisiones del poder político global, México se enfrentará a lo que parecen ser decisiones unilaterales sobre comercio, inmigración y tráfico ilegal.

Con todo y que en la pasada administración de Joe Biden fuimos ejecutores de las restricciones migratorias de aquel gobierno y hasta vino la vicepresidenta Kamala Harris a decir que no fuéramos a Estados Unidos y que hubo un descenso de los cruces fronterizos, el camino por delante presenta retos importantes y sugiere dejar de ser el muro fronterizo de la Casa Blanca.

El panorama exige una postura fortalecida de la diplomacia mexicana, o seguimos como estamos o trabajamos para consolidar una América del Norte Unificada y que no se nos vaya a diluir de las manos la revisión del T-MEC en 2026.

No hay que olvidar que Trump promete aranceles elevados, acuerdos comerciales renegociados e intervención militar directa para acabar con el tráfico ilegal de fentanilo en nuestro país, pues más de 80 mil personas murieron el año pasado en Estados Unidos.

Pero, sin duda, el tema que más nos ocupa es el de la deportación de millones de inmigrantes indocumentados. Trump planea contratar a 10 mil nuevos agentes para patrullar la frontera entre EE. UU y México. Y no se cansa de decir que llevará a cabo el mayor programa de deportaciones de la historia estadounidense dirigido a los 11 millones de inmigrantes indocumentados que se calcula viven allá.

La inmigración ilegal en Estados Unidos procede sobre todo de nuestro país, gran parte del dinero que envían a México, más de 63 mil millones de dólares en 2023, se desplomaría, agotando una de las fuentes más importantes de ingresos. Las remesas son entre el segundo y tercer mayor ingreso después del turismo y las ventas de petróleo.

Si este escenario se diera, aumentaría también el desempleo y repentinamente habría mayor mano de obra calificada en busca de trabajo.

Además de la frontera de más de tres mil kilómetros que nos une a Estados Unidos, México es su mayor aliado y socio comercial, pero sobre todo compartimos el cariño por nuestros familiares que radican en ambos lados de la frontera. Ya sea en búsqueda de un mejor trabajo o porque en el caso de muchos adultos mayores se van a pasar largas temporadas con sus hijos.

Durango es el cuarto estado emisor de migrantes en la República mexicana, la mayoría radica en Chicago, Los Ángeles, Nevada y han demostrado ser gente muy productiva. Por lo que es un gran reto que invita a tener mayor creatividad en cuanto a la implementación de políticas públicas de avanzada, que puedan ayudar a una reinserción laboral efectiva en caso de una deportación masiva.

Recordemos que Trump habla mucho más de lo que en realidad hace, aun así, hay que estar pendientes del millón de migrantes indocumentados al año que dijo que va a deportar y a la reanudación de la construcción del muro fronterizo.

Todo esto, además de ser muy costoso, implica varias acciones logísticas y legales que afectaría la economía de ambos países, sobre todo porque la mano de obra migrante ha sacado a delante los trabajos del otro lado.

Por otra parte, “el hombre de los aranceles” ha eclipsado a China para convertirse en la mayor fuente de importaciones de Estados Unidos, pues todo este movimiento del cierre de las tiendas chinas proviene precisamente de allá y a México le impondría el 25 por ciento en todos los productos incluso de 200 por ciento a los vehículos importados.

Alrededor del 80 por ciento de nuestras exportaciones se destina al mercado norteamericano y una medida como esta perjudicaría a las empresas y consumidores estadounidenses, por lo que se vienen cambios políticos importantes.