Por: Pedro Núñez López
A diferencia de los mercados de Analco, Independencia y San José, extintos todos, el mercado Francisco Gómez Palacio es todavía visitado por el público, aún tiene preferencias entre el consumidor, aún viven del negocio, con ganancias reducidas en comparación con mejores tiempos, pero hay ganancia decorosa, después de todo. (En las dos imágenes se aprecia el interior del Mercado en Plena remodelación en los años 50 imagen proporcionadas por Jesús Rodríguez, locatario del mercado).
Si lo ve desde la azotea, el inmueble da lástima y si le busca hasta da asco. Cartones, plásticos, habitaciones a punto del derrumbe, esta planta alta algún día fue parte del mercado, durante la administración de César Vela Murillo se pusieron a la venta pues no se ocupaban, algunos como Manuel Huerta y su hermano Emigdio compraron, otros locatarios hicieron lo mismo pero la mayor parte fue vendida a personas ajenas al mercado, unos las tienen como bodega, pocos las habitan y la mayoría las dejaron a su suerte, y ahí están, al punto del derrumbe.
Todavía queda algo del romanticismo de «¿qué busca marchante?», «¿qué anda llevando?», queda todavía el regateo que le dio sello a este tipo de mercados, La gran mayoría de los puestos son de artesanías, pero hay otros que despiden el olor ocre del cuero: Las talabarterías. Las tiendas de hierbas, los puestos de flores, los restaurantes, con el agradable olor a comida casera que invitan al consumo, las tiendas de ropa y de un sinfín de artículos.
El inmueble nació en aquella época del porfirista en que Durango como ya hemos comentado anteriormente estaba gobernada por el hombre sabio Francisco Gómez Palacio y Bravo, y se inició la construcción en aquellos tiempos de cinco edificios, de los cuales sólo se terminaron tres: el nuevo mercado, que hasta la fecha lleva el nombre del gobernante que impulsó su construcción; el nuevo Palacio Municipal y la antigua Penitenciaría, quedando inconclusos el hospital y el teatro, a la fecha solo existe el Mercado, el Hospital y el teatro remodelados, la Presidencia municipal fue derrumbada en 1917 y la Penitenciaría en 1970. Imagen tomada y proporcionada por Manuel Olvera Alarcón, propietario de la esquina del mercado que forman las calles de 20 de Noviembre y Patoni.
Volviendo al Mercado, las construcciones originales del edificio construido en aquel entonces fueron demolidas durante el Gobierno de Francisco González de la Vega (1959-1962), según lo consigna el historiador Enrique Mijares Verdín en su libro «Durango a cordel y regla», incluyendo los cuatro pórticos de piedra labrada que había en los accesos, para construir el edificio como actualmente lo conocemos. Los accesos oriente y poniente de este lugar están decorados con sus respectivos frontones en donde se lee la fecha de 1881, año en que se había planeado la culminación de su construcción. El inmueble cuenta con ocho entradas tanto por avenida 20 de Noviembre, Patoni, 5 de Febrero y Pasteur, es una de las piezas arquitectónicas con más valor de la ciudad, donde se encuentra gran parte de la cultura de nuestra sociedad. (Imagen de la Conquistadora obtenida del Grupo de Durango Antiguo del Facebook y corresponde a los años 50).
Es necesario implementar un plan de rescate para su remodelación, recuperación y rehabilitación de los techos, drenajes y reorganización de los puestos, cabe señalar que la propiedad del municipio son únicamente las entradas. Los locales de 20 de Noviembre, 5 de Febrero, Pasteur y Patoni son propiedad privada, también son propiedad privada las partes altas del edificio.
Imagen de los años 30 por la calle de Patoni donde se aprecia la fachada del mercado Gómez Palacio, foto obtenida del grupo Durango Antiguo del Facebook.
Fuentes. Libro: Texto e imagen, «Una Ciudad Lejana» de Enrique Mijares páginas 78 y 79, texto proporcionado por Don Jesús Rodríguez, que se publicó en el periódico el siglo de Durango, marzo del 2007.