Cultura

Mártires de la poesía  

28/09/2019 - Hace 5 años en Durango

Mártires de la poesía  

Cultura | 28/09/2019 - Hace 5 años
Mártires de la poesía  

Ciervo de cenizas

Yeimy Andrea De La Torre Arellano

 

¿Te has preguntado a donde vamos al morir?

¿Te has preguntado si los animales tienen el mismo temor?

Sin duda ellos van al mismo sitio.

 

Presencie, no la vida de un ciervo sino su muerte, fallecía en suave almohada, blanca y helada, justo debajo de la sombra del árbol que nace y con amorosas raíces se aferraba al rígido cuerpo.

El viento entonaba agradable melodía, semejaba una oración en lento susurro, entonces el ciervo se incorporó, aquellos murmullos lo atraían hacia la luz que muere, en el atardecer rojo carmesí, con patas temblorosas camino hacia el ocaso, aquella sensación le resultaba agradable, pues en el transcurso de su muerte el tiempo fue un constante frio goteando en su lomo, era consciente que su desnudez cubría todo.

Llegó a su lado una criatura humanoide, semitransparente, su cola de hiena era un dechado de ternura, con firmeza le dijo: ¡Pobre ciervo, ciervo mío, ellos lo hicieron de nuevo!

Su dulce voz atraía al ciervo hacia sus brazos, continuo hablando:

¡Otra muerte alterada, un disparo, y el robo de tu piel!

El ciervo inclino mansamente la cabeza en total desconcierto.

Con intenso pesar exclamó: ¿No entiendo a los humanos, si ellos ya tienen piel, por qué se la quitan a los demás?

La criatura acaricio al ciervo, el cual ahora era hueso en su totalidad.

Lo lamento le explicó: ¡Así no podrás cruzar hacia el otro lado!

 

El esqueleto del ciervo bajo la cabeza señalando profunda decepción, pero rápidamente se irguió al escuchar las palabras de una figura multiforme decir: ¡Irás a un lugar especial!

Sígueme con la fuerza de un fuego fatuo, pues avanzaremos en sentido contrario al sol.

La criatura era luminosamente rápida y el ciervo hacia su mejor esfuerzo por mantenerse detrás de ella, al fin se detuvo y colocándose en el lomo del ciervo se sujetó de sus blancos cuernos y amablemente le prometió: No te sientas solo, permaneceré contigo.

Llegaron a un lugar inimaginable: Un bosque inmenso dónde la nieve caía y al tocar el suelo se convertía en ceniza de color negro, al tocarla quemaba como el fuego.

El sol no penetraba ese lugar, solamente la luz de luna en una permanente capa de penumbra, un lago vertical señalaba el centro de aquel oscuro espacio, el ciervo se colocó de frente y observó su reflejo, logró ver su triste final.

Tres estrella negativas aparecieron y su luz abrió el portal que indicaba el final de su camino, un mundo de eternas cenizas, de lunas oscuras y criaturas transparentes, el ciervo sin titubear penetró a su hogar.

Y, en ese preciso instante la casa de un leñador que cazaba ciervos por diversión, se quemaba bajo la luz de una luna nueva.

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