Zona de Debate

¿Para qué sirven los debates?

22/05/2024 - Hace 7 meses en Durango

¿Para qué sirven los debates?

Zona de Debate | 22/05/2024 - Hace 7 meses
¿Para qué sirven los debates?

Por: Gilberto Jiménez Carrillo

De los estudios relativos a los métodos de enseñanza-aprendizaje se conoce que el debate es una técnica para analizar o discutir entre dos o más personas, verbal, argumentativa, formal, respetuosa y públicamente, un tema o temas interesantes, polémicos, oportunamente determinados, conocidos y estudiados, caso en el cual los participantes deben postular y defender su personal convicción, como especialistas o conocedores de la materia. El debate es una competencia intelectual que sustituye la lucha, el combate y la pelea física por los argumentos. Las ideas, propuestas y argumentos debieran ser una piedra angular de los debates, sin embargo, ahora están condicionados a ser una vitrina de estrategias para la búsqueda de emociones.

Estamos ante lo que llamaríamos la democracia de opinión, que no nació de una evolución política sino tecnológica. Hoy los grandes debates no se dan en la escuela, los partidos, la iglesia o los sindicatos, se dan en los medios masivos y en las llamadas redes sociales. Los debates, en los que las ideas, las propuestas y los argumentos debieran ser una piedra angular de la democracia, están ahora condicionados a ser una vitrina de estrategias en las que predominan la búsqueda de emociones y la tentación de hacer resbalar y burlarse a los opositores. Todo esto en segmentaciones de segundos acumulados en minutos en los que se tratan asuntos trascendentes para la nación.

Lo que nos interesa a todos está en juego. Por lo tanto, debiera haber debates frecuentes, de este modo tendríamos muchos más elementos que las simples notas periodísticas y los spots encargados de difundir un mundo de colores, efectos especiales y frases huecas repetidas, literalmente, millones de veces. Desde 1994, los debates presidenciales en México se reproducen como parte del ceremonial de las campañas electorales. Suele decirse: “Este debate será decisivo para el resultado de las elecciones, porque la gente quiere saber cuáles son las propuestas de los candidatos para escoger al mejor”. La verdad es que la mayoría de los debates son intrascendentes, y la gente, aunque diga lo contrario, no tiene un interés real por conocer las propuestas de los candidatos y no decide su voto comparando programas. La gente no oye los debates para tomar decisiones racionales, sino que los ve para ratificar sentimientos.

Cuando los candidatos son responsables, se preparan para “ganar el debate”, y los medios hacen sondeos para averiguar cuántos dicen que un candidato triunfó. Es un ejercicio inútil. Nunca el que parece triunfador gana votos, ni el que parece derrotado los pierde. Los que ya decidieron votar por un candidato y ven el debate lo hacen para ratificar sus sentimientos, esto viendo imágenes y actitudes. Quieren ratificar que su candidato es bueno y los otros son inferiores. Cada grupo de militantes dice que su candidato estuvo mejor. Solo si dice una brutalidad cuando mucho se puede admitir que se produjo un empate. La mayoría de la gente ha votado siempre y vota actualmente, movida por sentimientos, identidades, simpatías y antipatías. Es poco probable que después de los tres debates presidenciales las tendencias e intención de voto cambien radicalmente.

En su Vida de Solón, Plutarco se mostraba sorprendido de ver que «entre los griegos, quienes deciden son los ignorantes». Los debates no buscan el cerebro de quien los ve, no buscan a quienes han ido a la escuela, van directo al vientre de quienes se duelen de su suerte, sobre todo de los candidatos opositores o antisistema. El debate puede ser acalorado, vehemente, pero no irrespetuoso. Para vencer se debe convencer, con argumentos lógicos; no se ha de insultar, herir o menospreciar. Las intervenciones de los oradores deben estar a la altura de la dignidad humana, no más, pero tampoco menos. Bajo esa óptica, los debates seguirán siendo simple espectáculo mediático, carente de sustancia y relevancia real. Ante este panorama, resulta fundamental que en los futuros debates tanto los candidatos, así como los propios medios de comunicación y las instituciones electorales, asuman su responsabilidad para elevar el nivel y no convertirlo en un show más. Esto, sin lugar a duda, resulta todo un reto, y es que alejarse de los discursos confrontativos de índole personal, de los chistes sin gracia, de las promesas fantasiosas y de la evasión de temas de interés, fue un peldaño difícil de pisar para uno de los personajes de esta contienda.

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