Fernando Valenzuela, el legendario Toro, falleció anoche en California a los 63 años por un padecimiento hepático, dejando un hueco difícil de llenar; hombre tranquilo, dedicado al beisbol y su familia. A su paso por Guadalajara en Charros de Jalisco, dejó grandes amigos.

Fernando «Toro» Valenzuela es, sin duda, una de las figuras más emblemáticas en la historia del béisbol mexicano e internacional. Nacido el 1 de noviembre de 1960 en Etchohuaquila, Sonora, Valenzuela no solo dejó una huella imborrable en las Grandes Ligas (MLB), sino que también se convirtió en un símbolo de orgullo para México y los latinos en general.

La trayectoria de Valenzuela hacia la gloria comenzó en su adolescencia, cuando fue descubierto jugando en ligas locales en su natal Sonora. Su talento natural, en especial su magistral lanzamiento del «screwball», lo hizo destacar desde temprana edad. En 1979, firmó con los Leones de Yucatán en la Liga Mexicana de Béisbol, lo que pronto lo catapultaría hacia las ligas mayores.

El momento clave en la carrera de Valenzuela llegó en 1981 cuando, con apenas 20 años, fue llamado por los Dodgers de Los Ángeles. Ese año marcó el inicio de la llamada «Fernandomanía», una verdadera revolución en el béisbol. Con su extraordinario desempeño como lanzador novato, Valenzuela se convirtió en un fenómeno mediático y cultural. En su primera temporada completa, no solo ganó el Premio Cy Young como mejor lanzador, sino también el Novato del Año, una hazaña inédita hasta entonces. Con una combinación única de carisma, humildad y talento, Valenzuela no solo dominaba el montículo, sino que también cautivaba a multitudes.

Su legado trasciende el ámbito deportivo. En una época donde la representación latina en las Grandes Ligas era limitada, Valenzuela se erigió como un ícono para millones de aficionados de ascendencia mexicana y latinoamericana. Llenaba estadios, no solo por su habilidad en el diamante, sino por la conexión emocional que tenía con la comunidad mexicana en Estados Unidos. En cada apertura, los estadios se llenaban de fanáticos que ondeaban banderas mexicanas, llevando la Fernandomanía más allá del campo de juego.

Durante su carrera con los Dodgers, Valenzuela contribuyó a la obtención de un título de Serie Mundial en 1981 y fue elegido a seis Juegos de Estrellas consecutivos. Además, ganó dos Bates de Plata como el mejor bateador en su posición, un logro notable para un lanzador.

Sin embargo, las lesiones comenzaron a mermar su rendimiento con el paso de los años. A pesar de ello, Valenzuela continuó jugando en la MLB hasta 1997, pasando por equipos como los Orioles de Baltimore, los Padres de San Diego y los Cardenales de San Luis. A lo largo de su carrera, acumuló 173 victorias, 2,074 ponches y una efectividad de 3.54, dejando un legado indiscutible.

Fotografía: Charros de Jalisco

Fernando Valenzuela jugó con los Charros de Jalisco en la temporada 1992-1993 de la Liga Mexicana del Pacífico (LMP). Aunque para entonces ya había alcanzado la fama en las Grandes Ligas, su participación con los Charros fue significativa, ya que regresó a su país para jugar en una de las ligas más importantes de México.

Su presencia en Jalisco fue un gran atractivo para los aficionados del béisbol mexicano, ya que pudieron ver a un ícono de las Grandes Ligas competir a nivel local, aunque fuera por un tiempo relativamente corto.

Fernando Valenzuela no solo fue un excelente lanzador, sino un embajador del béisbol mexicano y un pionero que abrió las puertas para futuras generaciones de jugadores latinos. En 2019, su número 34 fue retirado por los Dodgers de Los Ángeles, un homenaje a su impacto dentro y fuera del campo. A lo largo de los años, Valenzuela siguió vinculado al béisbol como comentarista y en actividades relacionadas con el deporte en México.

Su trayectoria representa el sueño de muchos jóvenes atletas: demostrar que el talento, el trabajo duro y la perseverancia pueden romper fronteras y superar cualquier desafío. Fernando «Toro» Valenzuela seguirá siendo recordado como un verdadero gigante del béisbol, cuyo legado perdura tanto en la memoria colectiva como en la historia del deporte.