Por: Juan Alberto Esquivel

Los estudiosos del tema señalan que el cubrebocas, que más que protegerte de la infección, evita que puedas infectar a otros; esto es, más que un instrumento de autoprotección es una manifestación de consideración y cuidado hacia quienes te rodean.

Por tanto, ¿Qué podemos pensar de quienes se niegan a usarlo?

1) No creen en la realidad de la infección, pese a las diarias evidencias, porque creen que es invención del Gobierno o de quienes quieren controlar al mundo y el no usarlo es una muestra de rebeldía ante tal supuesto.

2) Quieren demostrar que no tienen miedo a nada; que «son muy machos»

En ambos casos, no hacen sino evidenciar un criterio, en el mejor de los casos, inmaduro, adolescente.

3) Temen tanto a la infección que sienten que, al negar el riesgo, lo suprimen; esto es, muestran un criterio francamente infantil.

4) Se dicen «tan sanos» que no serán infectados. Un criterio absolutamente egocéntrico que muestra un pensamiento desde infantil hasta peligrosamente autócrata para quien nadie merece, de su parte, ninguna consideración ni, mucho menos, respeto.

5) Alguien a quien consideran con gran autoridad no lo usa y, por eso, se sienten con permiso para imitarlo. El criterio infantil es evidente.

6) Se niegan al uso como una especie de «manda», como una forma de protesta ante una situación que consideran intolerable. Si los efectos de tal renuncia fueran nocivos sólo a la persona, tal vez ésta fuera encomiable, pero si tales efectos pueden ser perjudiciales a otros, esa actitud puede llegar a ser desde irresponsable hasta criminal.

Como sea, obras son amores y no muchos discursos.

Mucho te podrán declarar, quienes se niegan a cubrirse, lo mucho que te quieren o se preocupan por ti, pero la verdad, es que emocionalmente son incapaces de un cariño sincero o bien, tú y los demás les importamos un cacahuete y sólo se nos acercan para ver de qué manera nos usan.

 Y esto vale lo mismo para quienes viven a nuestro lado que para quienes gobiernan países.

¿O me equivoco?